jueves, mayo 13, 2010

PARA MI LIBERTAD


La semana pasada, en la brillante columna de diario El Telégrafo de los días martes, la escritora Lucrecia Maldonado publicó un bello y doliente texto sobre Miguel Hernández y Joan Manuel Serrat, a propósito del nuevo disco del maestro catalán con nuevos poemas musicalizados del emblemático poeta que este año cumple 100 años de su natalicio.
Lucre y yo amamos muchas cosas similares. Lo amamos a Serrat, por ejemplo, pero llegamos a él por distintos ojos: ella lo amo en los 70, yo lo idolatré en los 90. Ella conoció canciones que yo nunca conocía, sino en exploraciones tardías, luego de años. Yo amé muchas de las canciones que ella no ama.
Los dos grandes maestros forman un dúo poético musical inolvidable. Nadie ha podido quedarse firme luego de escuchar “Elegía” o “Las nanas de la cebolla” y “Para la libertad”.
En España se ha llamado a este año el “Hernandiano”, dedicado al hombre modelo de los hombres buenos, de los hombres luchadores de verdad. A don Miguel le fueron quitando la vida de poco a poco, con el máximo grado del dolor; con ese mismo dolor templado y distendido escribió los más bellos poemas. Ahora, en este tiempo en que se habla tanto de libertad, en que se cree que ser libre es vivir en el país del libre comercio, la libertad de verdad es la “de mercado”. Tiempo en donde el país de la estatua de la libertad asesina e interviene en toda disputa, en toda guerra, en toda cuestión. Época de una ironía perversa en la que se cree que la libertad se nos va de las manos por decretos, es bueno leer y recordar a Don Miguel Hernández: “Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,/ como un árbol carnal, generoso y cautivo,/ doy a los cirujanos”.
Cuando Serrat canta esta canción, efectivamente uno siente esta grata armonía entre el espíritu libre y el arte. “Solo el arte os hará libres”, parece decirnos una frase popular, pero yo creo que la libertad verdadera no existe. Somos condenados por nosotros mismos, y no escaparemos nunca.
Maestro Hernández, tú que viviste la condena para reconocer efectivamente la libertad, eres el poema que necesito para seguir : “Porque soy como el árbol talado, que retoño:/ porque aún tengo la vida”.

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