jueves, mayo 13, 2010

EMILIO PALACIO Y SUS “BUENAS INTENCIONES”

El caso Emilio Palacio ha hecho reflexionar al país, no solo sobre la libertad de expresión y sus ilimitadas posturas, sino también sobre las intenciones que tienen las palabras de acuerdo a “la actitud del hablante” que en este caso sería del “escribiente”. Se dice siempre que “no existen las malas palabras, sino las malas intenciones”. Me pregunto si el señor Palacio necesitaba utilizar el término “matón” para tener “malas intenciones”. ¡Pero, si todos sus artículos son intencionados!
El 4 de abril en Diario Hoy, el periodista colombiano Omar Ospina publicó un brillante artículo sobre el tema que no puedo dejar pasar por alto debido a su claridad y objetividad. El editorial hace un análisis sobre el caso Palacio y “la retahíla de insultos que, según la investigación de Mauricio Rodas Espinel de Gobierno Responsable, profirió durante 2009 el presidente de la República en sus cadenas sabatinas”.
Ospina dice: “Encontré, entre los 171 insultos del mandatario, siete injuriosos mas no denunciables pues no tienen un destinatario único sino varios. Hallé también seis improperios individuales injuriosos y quizá calumniosos, mas no identifico a los destinatarios…”.
Luego Ospina continúa con Emilio Palacio: “Palacio trata de "matón" (abusador) al señor Samán, y le endilga acusaciones que sugieren comisión de delitos: que se ha enriquecido de la noche a la mañana inexplicablemente; que forma parte de una mafia; que dispone a su antojo, con la familia del presidente, de los fondos de la CFN. Esas son acusaciones graves que implican delitos y asociación para delinquir. Debía denunciarlo con pruebas. Al no hacerlo, debe responder como prescribe el Código Penal, puesto que se pregona innecesaria cualquiera otra rendición de cuentas”.
Creo que Omar Ospina tradujo lo que yo pienso de tal manera que me quedo sin palabras frente a su artículo. Nada más que decir. Sin embargo Emilio Palacio me ha enseñado algo: que la gente debe insultar con “buenas intenciones”, todo sea en nombre de la “libertad de expresión” que para Palacio viene a ser lo mismo que libertad de intención. De la que ¡Dios me libre!

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