jueves, mayo 13, 2010

EL OJO ESCUCHA


Acabo de leer el poemario “El ojo escucha” del poeta Ulises Estrella, editado por la editorial “Sarasvati” de Nueva York. El volumen se abre con un brillantísimo prólogo de Francisco Proaño Arandi, quien resume a Ulises como el hombre de la “reflexión persistente”. Así también lo he visto yo siempre, además de iconoclasta y obsesivo por la perfección. Además, es un enorme conocedor de los secretos de Quito, la ciudad a la que mima desde hace tantos años. Ulises es un sabio al que la vida le ha dado un nuevo y terrible tema: el enfrentamiento con la muerte.
Todavía recuerdo cuando el poeta tuvo que ir, sin proponérselo, a refugiarse en el mundo solitario de la enfermedad, rodeado de médicos. Sus amigos nos enteramos que había sufrido un infarto masivo. Yo pensé en lo difícil que sería vivir sin Ulises, en qué pasaría con la Cinemateca, y con su trabajo de hormiga. Ya, una vez recuperado, se dio a escribir este libro. Al leerlo me entero que Ulises estaba hablando con los ojos, porque las palabras decidieron abandonarlo. Allí estaba el poeta, escuchando el prosaísmo de los médicos, con los ojos (“Estoy al revés,/ mis ojos/ oyen lo que no soy”). Los sentidos se bifurcaron en esos momentos. Aquí llega don Antonio Machado para hacernos acuerdo que “El ojo que tú ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque él te ve”. En medio de esta presión/prisión, el poeta dispara sus versos frente a lo que ve y lo traduce en imagen y palabra, es decir transporta lo que oye con los ojos, así como dice la inmensa Sor Juana Inés: “Óyeme con los ojos”.
En este proceso delicioso y terrible de vislumbrar el poder sensorial y darle significaciones y formas distintas a los sentidos, nace el filosófico poemario de Ulises. Lo suyo es un empirismo poético: “Esa casa, pared, silla, mesa/ desaparecidas/ quieren contarme cómo soy ahora./ Para oírlas/ tengo que entrar en su tejido/ vivo y real”. Lo dice Proaño Arandi: “compleja relación entre palabra e imagen”. Gratísimo y doloroso en esos poemas personales, en donde la voz poética se enfrenta a la muerte: “Es el momento de guardar los juguetes”. Ulises puso su sello distintivo en su encuentro con la muerte y su visión centrada del pasado (lo dice el poeta: “el pasado/ es territorio natural”).

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