sábado, octubre 31, 2009

ADOUM Y YO




Luego que Jorgenrique Adoum partió los medios de comunicación han dicho mucho sobre él. Los que antes eran sus detractores, ahora se han vuelto fanáticos de su obra, de su vida y hasta muchos se han inventado historias sobre él. Una vez que él nos ha dejado el legado de su enorme literatura, leo en la prensa cosas como “Adoum, el escritor más completo de Latinoamérica”, sin embargo, nadie hizo nada para que Latinoamérica asuma esto a fondo. Triste es pensar que Jorgenrique se fue sin haber recibo los premios “Juan Rulfo”, “Pablo Neruda”, “Reina Sofía”, “Federico García Lorca”, “Cervantes”. Más triste es cuando uno piensa que todos estos premios se los merecía y que muchos otros escritores lo recibieron sin merecérselos, como él. La obra de Adoum es enorme, como lo era su corazón, su generosidad, su conversación.
El turquito, desde que lo conocí, hace ya muchos años, justo en Ambato, en un hermoso recital organizado por la Casa de Montalvo, en donde los invitados fuimos cinco tungurahuenses radicados en Quito: Alfonso Barrera Valverde, Julio Pazos Barrera, Iván Oñate, Adoum y yo. Allí surgió la amistad. Allí dejé de temerlo, como figura enorme que siempre fue. Antes lo leía con delicia, envidiaba su vida repleta de amigos, de sitios, de lecturas, de momentos. Al conocerlo lo vi como el gran ser humano que era. Y de allí nunca dejé de admirarlo y visitarlo. Hicimos varias reuniones con amigos comunes. Fue huésped de honor en mi casa. Cuando iba a su departamento, Nicole, su esposa y la preciosa gata Colette, eran testigos de esa ruptura fundamental de la amistad, del respeto y de la admiración que siempre he tenido por él; nada de posturas parricidas, nada de cuestionamientos al padre. Sin él ya, en esta patria corpórea, me siento huérfano. Aunque casi todos los días, el recuerdo de su palabra, como la llamada de un ángel, me hace volverlo a vivir. Adoum es nuestro patrimonio, por lo tanto estamos obligados a protegerlo, a leerlo y a respetarlo.

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