viernes, agosto 28, 2009

La nostalgia de los bíblicos de Xavier Oquendo






Maritza Cino Alvear.


La poesía puede expresar muchas cosas en un breve compás. El poeta reinventa esos mundos que le persiguen como una melodía reincidente. Compases que acuden, transformando la interioridad del creador, quien ya involucrado en su quehacer explora signos para nombrar sus fantasmas, sus esperanzas y pulsaciones, cada vez más, vertiginosos e incontenibles.

Macerando y reescribiendo se va forjando el oficio del poeta.

César Pavese, escritor italiano del siglo XX, refiriéndose a este tema aseveraba: que toda especie de lengua literaria es como un cuerpo cristalizado y muerto, en el cual solamente a golpes de trasposiciones y de injertos del uso hablado, técnico y dialectal, se puede nuevamente hacer correr la sangre y vivir la vida…La poesía busca a menudo revirginizarse, recurriendo a lo simbólico, a los recuerdos de la infancia, y aun a los mitos. Ella siente en estas formas espirituales una alta tensión imaginativa que la tienta, y se ilusiona con que baste un acto de voluntad para derivar esa tensión hacia su campo. La poesía copia las formas del mito y del símbolo, esperando que en ellas vuelva a palpitar mágicamente el corazón, pero olvida que sabe inventar, y que el mito vive, en cambio, de fe. (El oficio del poeta de Cesare Pavese).

Esto fuimos en la felicidad, poemario de de Xavier Oquendo, publicado en el 2008 por la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, en la colección palabra al Día, e ilustrado por Eddie Crespo, encarna un discurso lírico integrado de mitos, símbolos y recuerdos, de injertos reconstruidos para reordenarse en la fe que todo poeta lleva consigo, al asistir con su ejercicio y su pasión a la ceremonia de la palabra.

Texto dividido en dos apartados o cuadernos, El primero, El diario de los Bíblicos y el segundo, Nostalgia del día bueno.


Los Bíblicos, es un diario que vierte mares y caminos recorridos desde siglos, donde el paralelismo contiene infinitas posibilidades y lecturas, recuperando voces intemporales a través de metáforas con referentes religiosos y proféticos, que se desplazan con agilidad; complementándose una a otra para ser versificadas con un acento místico y plural:

Cuando juntos estuvimos/ y nos convocó la llama suave/ de los ojos de la noche,/ ahí, junto al silencio/ de la brasa, nos cobijamos/ bajo el sol de su candela. Entonces nos miramos/ y en silencio nos dijimos/ los otros a los unos:
Somos, seremos, Los bíblicos.

Esta afirmación del hablante lírico, en el primer poema que abre el libro, titulado Los bíblicos, nos ubica como lectores ante un discurso que marca el nacimiento de los tiempos y de la humanidad en una atmósfera de calidez junto fuego / parafraseando al autor, para anunciar la vida y luchar como una tribu de judíos errados contra el olvido.

Esta imagen también se confirma en el poema La tierra prometida:

De esta ciudad del Ande,/ con olor a sahumerio y eucalipto, surgimos los bíblicos. Cerca del fuego,/ al lado de la boca del caimán/ donde las estaciones son postales…Estamos lejos del pueblo antiguo/ donde siguen llorando los pastores…Distante quedó el mar que estaba muerto./ El arca nos dejó por estos lados/ donde no hace frío ni calor, solo nacen orquídeas en la selva. Atrás habitan los tatarabuelos del mundo./ Los bíblicos de acá, estamos sacudiendo las dalmáticas/ para salir a reconocernos.

A través de estos versos, el poeta como en una epifanía, revela la alusión al tiempo bíblico y al actual, la travesía por diversas etapas de la humanidad con sus tonos y personajes, así como los mantos que caen, para enfrentarnos al vacío y reencontrarnos en la tierra conocida.


Un poema que de manera especial despertó mi interés, es el titulado: El segundo de abordo. En este texto, el hablante asume la voz singular bajo el nombre de Moisés, y hereda de la figura familiar del abuelo las experiencias del conocimiento, listo a conquistar los misterios del mar, la ley de sus mandamientos y de la tierra prometida:

Mi nombre es Moisés./ Nací bajo el cielo del equinoccio,/ cinco mil años después de las noches amargas/ de mi abuelo, / el que abrió el mar/ y me dejó la sal de sus olvidos.
Aquí yo, su principal heredero,/ fruto de sus equivocaciones y sus tablas. He venido a conquistar/ la tierra prometida de tu vientre, / las insinuantes llanuras de tu cordillera/ en donde haré valer/ la ley de mis mandamientos. Abriré, como el abuelo,/ el mar de los misterios/ y quedarás en mí, siempre,/ como un tatuaje áspero.


Dos constantes en el discurso poético de esta primera parte son el recuerdo y el olvido, registros del diario de los bíblicos, con los que cierra insistentemente la mayoría de sus poemas, unas veces como aceptación y otras para rebelarse, en un afán de perennizar y ser más que una semblanza o recuerdo.


Nostalgia del día bueno, es el nombre del segundo cuaderno de este texto. Metáfora espiritual donde la nieve y el frío serán otro eje temático, como en el anterior fue el recuerdo y el olvido.
Nieve y frío, temperados en la voz profética, como principio y fin:

Por primera vez la nieve. / Una especie / de reproducción del mundo, Me quedé absorto/ frente a los colores/ que danzan en su luz./ Sentí un miedo tormentoso/ y unos ojos en mitad del frío… son los versos con los que se inicia este segundo cuaderno, en el poema: El Ignorante. Es nuevamente el comienzo del que desconoce y despierta temeroso ante lo inédito:


No hay sabor/ en estos nuevos sitios/ que se hielan…Mis hijos/ son esos soles/
Que el viento necesita….No sé si vuelva a ver aquel sol/ entre las ramas de las encinas… Este frío con números,/ este llanto ocultista/ estos huérfanos miedos…Los amigos que no se quedan siempre,/estas sombras de saberme solo….Son algunos de los versos de distintos poemas que connotan un acento de nostalgia, tedio , orfandad y frío.

Apreciamos esta afirmación con renovado énfasis en el poema La Soledad que se le olvidó a Machado, cito:
En estas soledades, en estas ausencias frías, en estas oscuridades burdas/ todo se contrae/ se contraría / se corta…Son soledades verdes, inviernos con flor de menta, cielos de petrificada esmeralda. En estas soledades/ me agito/ y tomo un aire/ que no alcanza a ser,/ pero acompaña.


Nostalgia del día bueno, nombre del segundo cuaderno y también de un poema, tienen el sello de la ausencia y de lo añorado, pero a la vez de la paciencia y la fe ante lo aún desconocido y misterioso, cito:

El sueño, /la nieve. Esa nube de hastío que se repite/ en los mismos rostros;/ la misma calle de la ciudad/ que alguna vez/ fue cuna del encantamiento. Sin embargo/ en algún árbol,/ por algún trecho/ en cualquier reja/ deberá anidar el día bueno: / aquel día pródigo/ que no asoma/ que no entra. En este frío/ el día al que le canto/ aún no emigra.

En este último libro de Xavier, la voz poética, recorre un antes y un después, de ahí su título Esto fuimos en la Felicidad, canto universal con rastros que enlazan e incorporan otras épocas que a veces nuestro imaginario las ha convertido en leyenda, para así devolvernos a partir del pasado el porvenir con profundas y renovadas utopías.

El oficio del poeta una vez más nos persuade con estos ejercicios espirituales, trabajados con ingenio y gran sentido humano. Acento intenso y alegórico donde reposa la esperanza, junto a la nostalgia de los bíblicos.

Xavier Oquendo, poeta ambateño radicado en Quito y autor de más de diez textos literarios. Editor, antólogo y promotor cultural, además de ser humano inquieto y perseverante en difundir la poesía ecuatoriana y convocarnos a otros espacios para así rescatar nuestro merecido lugar en la literatura contemporánea. Hoy, en el marco de esta feria de libro, nos entrega su última obra: Esto fuimos en la Felicidad, muestra de la auténtica poesía y bitácora del paso del tiempo con sus parábolas y ficciones, donde el autor en un ejercicio de profeta, se confiesa como un perpetuo condenado del beso, que deslía su paciencia, antes de llegar a la Cita con la Nieve.

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