viernes, junio 12, 2009

Elizabeth Quila y "La mirada ciega"


La presentación de este libro se realizará en la ciudad de Quito el día Viernes 19 de Junio, a las 19h00 en el Centro Cultural Benjamín Carrión, conjuntamente con el libro de poemas de César Eduardo Galarza.
Presentarán los libros Elsy Santillán Flor y Carlos Garzón Noboa.


Elizabeth Quila Vaca
(Guayaquil, 1964)

Licenciada en Literatura y Comunicación Social, mención Relaciones Públicas, por la Universidad Católica Santiago de Guayaquil y Magíster en Psicoterapia Psicoanalítica por la Universidad Complutense de Madrid. Ha seguido además varios cursos de pedagogía en Lima, Perú; Santiago, Chile; Bogotá, Colombia. Ha trabajado como profesora universitaria en las más prestigiosas universidades de Quito y Guayaquil. Es promotora cultural y Relacionadora pública de importantes empresas.
Su labor cultural siempre ha estado inmersa en la promoción y difusión de la literatura. Su trabajo, hasta ahora inédito, ha sido considerado por su generación como prometedor en las letras nacionales. Ha participado en varios e importantes actos literarios en el país.


Hay libros que no necesitan ser prologados.
Hay cosas en la vida que no necesitan ser explicadas.
Hay misterios, ocupaciones y desempeños que no tiene que ser develados.
Un cuento es un viaje propuesto, un rosario de eventos que se descubren, amenazantes a veces, cautelosos, oscuros y temibles.
Todos tenemos un cuento que contar; todos, un sueño que soñar. Pero pocos lo pueden tejer con ese amor que necesitan las palabras, las mágicas palabras que invocan sortilegios. Es este camino intransitado de la memoria entre las calles del olvido. Son traumas y los maravillosos anexos de la vida.
Hay que ser muy valiente para desnudarse y dejarse ver por el mundo. Esa incesante tarea de los escritores que nos deja perplejos y un poco ruborizados, ésa es la verdadera pared que nos separa de los iluminados, al otro lado del bosque.
Hay que tener dedos sutiles y dejar volar la imaginación, entrecortada por la memoria, que a veces no es tan placentera. Purgar y redimir, es la tarea de los cuentos que lanzados al universo se convierten en ventanas.
Y es en esta invitación que nos atrevemos a recorrer el placer sin reparos, en parcelas morales que se abren despreocupadas. El incomparable placer de mirar, mirarse y ser mirado, como diría el divino marqués; ese mirarse al espejo sin turbaciones ni preocupaciones.
Cada relato es un espejo hecho añicos, una súbita llamarada de cachetadas insolentes pero necesarias a la hora de ser sinceros.
En este mundo que ahora se dice cambiante, escribir cuentos alejados de tabúes y supuestos es una gran aventura. Escribirlos sin reparos y a letra fría es una odisea. Escribirlos desde la visión femenina y salpicarlos de dureza es realmente una proeza.
La elegía del saber físico es importante, más importante aún cuando esta salpicada del saber científico y adornado por las pantomimas de la memoria, solo ahí se transforma en un cuadro íntegro y brillante. Deseoso de ser descubierto. Pero algo nos impide ver esas estructuras subyacentes, porque esta invadido por aturdidas lanzas y descarnadas acciones, casi imprevisibles, a veces criminales.
Entonces nos volvemos débiles y sucumbimos ante lo inesperado, primero elevados y oprimidos después, en este vaivén atolondrado de frases que bailan macabras.
Y si eso no es la escritura, ¿entonces qué es?
Hay libros que necesitan ser sentidos. Absorbidos, machacados en microscópicas partículas e inhalados. Hay relatos que deben ser matemáticamente estudiados, porque en su fluidez está nuestra propia necesidad de ser entendidos; atravesando soledades, desencuentros y anhelos.
Este libro es corporal, sensual y rojo. Es asfixiante y revelador.
Hay libros cuyo prólogo podrá parecer vano.
Parecería Insensato explicar lo que debe permanecer quieto y tranquilo, pero que al caer de la roca, se perturba exponencialmente.
Nuestra cultura analgésica nos tiene acostumbrados al espanto. Ya nada nos asombra. Pero, necesitamos salvarnos. Y quizás las palabras descarnadas nos resulten salvavidas en este océano de locura.
Hay ciertos autores que están llamados a remecer, a trastocar y preguntar. A mostrarnos que las cosas del amor aun continúan vigentes y que entre tanta automatización, aun persisten las pasiones, las penas del desamor y la melancolía.
Aun somos humanos, después de todo y siempre es bueno recordarlo.

Osvaldo Paladines Zurita

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