miércoles, marzo 04, 2009

ANA MARÍA IZA: LA INTUICIÓN ES POESÍA

Siempre he querido ponerme en los zapatos de la generación de los 60s. en el momento en que Ana María Iza, en el año 61, publicó poemas como estos:

Mamá… ya puedes decir que eres abuela,
Mi hermana la tristeza tuvo un hijo,
Lo envolvimos en húmedos silencios
Y tenazmente le agitó la vida.

Mamá… ya puedes decir que eres abuela;
El pequeño nació hermosamente grande,
Tiene tu misma sangre, sorbió tu misma vida.
Mamá… mi corazón es el hijo del que te habló.

Me hubiera gustado ver las caras de la gente que la escuchaban, cuando aún la poesía escrita por mujeres se consideraba, en este país, como un tropel de metáforas largas escritas por las “poetisas” que llevan vestido largo y zapatos de charol. Ella, una jovencita de 20 años, vino a salvarnos de la edulcorante suavidad de unos versos acartonados.

Iza es la poeta de la intuición. Con ella, la mínima dosis de inspiración y las toneladas de transpiración de las que habló Einstein sudan por dentro. Ella saca el poema, sin que Valery le haga acuerdo que la poesía no está escrita de buenas intenciones sino de palabras. Y cuando emergen los poemas de su mente poblada de un bestiario personal que es su propio dolor, sale ya el poema completo. Me dijo alguna vez la poeta (y no “poetisa”) que los poetas tienen unas antenas en donde se capta todo lo que los otros parecen no ver. Las voces de los otros son entonces los poetas. Y ella es la voz de la salvación. Ileana Espinel y Violeta Luna estaban ya para la época en el mismo camino. Torciendo, ya no solamente el cuello al cisne, sino, además, torciéndole las plumas, el esternón a todo pájaro modernista que aún sometía a la sensibilidad femenina con el espectro de una voz matizada con originalidad y desparpajo.

Creo que “Pedazo de nada” (1961), el primer libro de Ana María debería ser considerado como uno de los más importantes libros de una poeta iniciática o, como diría Jorge Enrique Adoum, de una poeta principiante y no aficionada. Da envidia leerla tan jovencita en vida y con tanta condensación en su discurso. A esta poeta le suena el dolor y el humor al mismo tiempo. Le suena con la misma levedad lo que concierne y lo que desconcierta. El poema “pedazo de nada” del libro primerizo (y nada prematuro) da fe de su dolor ambientado en la clave de su estilo. Cuando habla de la hermana que no tuvo dice:

Hermana…

Sin arterias, sin hambre, sin pestañas;
Partícula de pájaro sin canto.
Hoy que tengo para ti un vestido,
¿Crees que te lo hubiera dado
Si existieras…?

Tremendo fragmento que descubre sin cosméticos lo que es la debilidad humana, y lo es ser humano de verdad. Con Ana María se hace humo el adagio de Nietzsche cuando dice: los poetas mienten demasiado, habría que decir que Iza encuentra sus mejores hallazgos en la sinceridad de su discurso. Y como El estilo es el hombre, entonces en esta sinceridad poética hay tela para cortar. Solo la verdad es originalidad, el resto es una ficción indebida. Pero, en este poema, no solo es la verdad el vestido que guarda para la hermana y que no se lo entregara si existiera. Es también lo que esta voz poética, desacralizadora y absolutamente desligada de la hipocresía, dice sobre su hermana: le dice, por ejemplo: partícula de pájaro sin canto. El verso, solo él, íngrimo en una hoja blanca, ya sería un poema, escrito con la madurez de los 18 años. Escrito cuando los otros niños (hombres y mujeres) juegan, cantan, gatean en el miedo de conocer que sus fantasías son puro mito infantil.

EL DOLOR, SU PRIMER COMPAÑERO Y SU ÚLTIMO HALLAZGO

Ana María pasó revista por el dolor desde muy temprana edad (lo dice en uno de sus poemas: Si no lloviera tanto por mis ojos/ me sentara es escribir… y no pudiera…). Y con ella se confirma que el dolor es la vitamina de la poesía. Y por eso le sale esto de partícula de pájaro sin canto.

En este poemario inicial donde ya se dibuja la pronta Ana María que crecerá, también hay unos ojos abiertos (ella diría “antenas”) que miran desde “la ventana” como literalmente se llama unos de los 25 poemas que conforman el libro, su vena social. Su poesía engarzada en un dolor junto. Donde todo se veía, todo se sabía, todo se dejaba notar, solamente moviendo las cortinas. Allí ella confiesa lo indefinible, que además es muestra de su estilo. Ella, como Julio Cortazar cierra siempre sus poemas jugándole a la poesía un N. K. un golpe preciso. Dice en los últimos versos de su poema: Todo esto yo pensaba en la ventana/ y sin ninguna razón/ me mandaron cerrarla.

Es una mujer que mira las cosas diferente. Que asume su condición de adolorida y que, como dice en su poema “Cédula”: Le gusta la bondad de los humildes,/ la caridad del pobre/ y el mundo le avergüenza;/ tiene brazos de sal/ para abrazarse,/ necesita de urgencia una salida…. Por suerte la salida de su vida fue la poesía: pudo tranquilamente suicidarse, encerrarse en un convento de monjitas o quedarse aplastada con el diablo adentro y no encontrar exorcista barato que la atienda.
Le dolió el mundo y aprendió a verbalizarlo. Solo lo que se nombra, existe. Lo no nombrado es lo desconocido. Ya lo dijeron los hebreos: Que Dios se hizo verbo. Conclusión: si Ana María no escribiera creo que estuviera muerta. O loca. O, por lo menos, en estado vegetativo. He ahí el asunto de la intuición. Ella no hace doctorados para hablar lindo, a ella le salió el ritmo cuando la vida le enseñó a decir las palabras. O Como diría en un bello poema. Bello por terrible y verdadero:

A una escuela de monjas me enviaron,
como un papel en blanco dentro de un delantal.
Allí me enseñaron las primeras mentiras
y un deseo infinito de sentarme a llorar.

El abecedario era sencillo,
del tamaño de una hormiga era la a,
pero yo la hallaba difícil,
porque la monja era una letra
que no me entraba.

Me decía que la vida era un caldero
donde hervían sin compasión las lágrimas.
Ella tuvo razón,
pero no debía decirlo,
no debía.

Y aquí estoy,
escribiendo lo que ella me enseñó:
malas palabras.

Ana María no quiere llegar con su poesía a bifurcar el canon, ni a impresionar a los críticos ni a cercenar a los semióticos con su giro vanguardista. Ella quiere decir cosas que, de tan sinceras, resulten surrealistas. He aquí un fragmento de su poema “Deseos”:

…/Con esta piel que no me deja un rato,
Con esta piel azul
Cosida a llanto
Quisiera hacer zapatos
Para los pies descalzos.

Su segundo libro se llamó igual que el primero. Tuvo en 1963 una nueva edición en Caracas, en donde incluyó una serie de poemas, entre ellos: “Saludo”, un texto donde otra vez, la madre de la voz poética vuelve a aparecer: Mamá mía: mi santa, mi profesor, mi guía./ Hace un rato he llorado/ porque no puedo lavar la tierra que usted pisa,/ porque no puedo regalarle nada,/ porque no tengo más que palabras en la vida…. Otra vez dolor, sinceridad y referencias irónicas. Otra vez la poeta transparente. La mujer de las antenas.

LOS AFECTOS DE IZA PESAN IGUAL QUE SUS DESAFECTOS

Es difícil buscar en Ana María Iza poemas eróticos. Su generación todavía se anclaba en el amor “cortes” de la que Octavio Paz habló en su “La llama doble”. Sin embargo, en cosas del amor sumergido en la no consumación del amor sexual, en el amor idílico esta poeta sabe decir las cosas de verdad.
En el poema “Fin” da principio a su poesía amatoria de impresionante factura vanguardista, aunque el tema siga siendo el dolor, más que el amor. O como diría, otra vez Jorge Enrique Adoum: “Hacerla el amor = Hacerla morir”. El texto dice: Me voy,/ en el barco del que fuiste carpintero;/ tuyas son estas tablas,/ estos remos,/ tuyo este mar en que parto./ Mar mío./ Mar muerto./ Tuyo este amargo pañuelo./ Queda en tu casa:/ mi nombre escrito en sus paredes/ y una mirada mía en todas sus ventanas...
O este otro en donde el amor es descriptivo. Tiene olor y sinestesias saltando en los hombros de las imágenes sorprendidas: En el poema “Río Curaray” dice:

Soldado
recuerdo tus ojos del color de la hierba
y el guayacán de tus brazos.

De oro estabas hecho
eras bello soldado.

Cuando te vi pensé que el sol había bajado.

Atraías la paz con tu sonrisa blanca.

Y aunque no concordaron tu sed y mi agua seca
un breve pacto hicimos en medio de las aguas.

Como la Aurora Estrada y Ayala del bello poema “El hombre que pasa”, Ana María renuncia al amor, pero no a la estética del amor, que siempre conduce al dolor.

El amor convencional de la poesía es de profesión modernista en este país. No se lo halla facilmente, se escapa, como la mujer de niebla de Silva y de Noboa y Caamaño. Ana María lo sabe, por eso dice en su poema “Él”. Aquí un fragmento:

Él
me espera en todos los caminos
tiene algo de labrador y de navío
/…/
A veces
creo verle surgir en la distancia
cuando revienta el girasol del día
/…/

Él
no tiene pasado
ni presente
y todo su futuro es mi agonía

De profesión demoledora de prototipos. El amor, dulce invento que nace del animal llamado humano, para corroer en dolor al resto. Ella, rompiendo el vaso de ilusiones, escribe su bello poema “El habitante de las praderas rumiantes” que termina diciendo:

…¡Solamente los ángeles viven de armonías!
Pero tú, corazón, vives de pan.

Difícil extraer ese icono de amor del filósofo Pascal que decía: El corazón dice cosas que la razón no puede. Y aquí está el poeta, para desprestigiar al filósofo. Y para supurar heridas del “corazón” entrecomillado por una razón “enamorada”. Ya lo dijo Quevedo:

su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

De hecho afirmo que Iza es una pesimista organizada a la hora de hablar de amor. No porque no ha amado, si no porque el amor es un montón de fina parafernalia francesa. Y ella no está dispuesta a alquilar de las estrellas tanto maquillaje. En su poemario “Fiel al humo” (1986) dice en su poema “Luces fugaces”:

Hay hombres
de quienes enamorarse,
por quienes perder la cabeza,
el empleo,
la casa.
/…/
Hechos a la medida
de las mujeres tristes,
alegres,
indomables,

Ellos
y ellas caminan
sin jamás encontrarse.


SU CATÁLOGO DE HEROES

Otra clave de su estilo muy pertinente para entenderla desacralizadora y absolutamente ligada a la ruptura es ese juego, ese intercambio envolvente de trato entre las grandes figuras del mundo que forman, para ella su “Cementerio personal”: Así, en sus poemas, habla con Jehová, con Mao Tse Tung, con Simón Bolívar, con Omar Jayyán, entre otros. Con todos ellos habla con la confianza que le dan la sencillez de los grandes en suma con su humildad. Consiguiendo una conversación acaparada en la mayeútica: fresca, dúctil, directa. Así por ejemplo: Mao Tse Tung,/ aquì me tienes,/ esquivando mi rostro de las lágrimas./ Ya no caben las sombras en los ojos/ ni la pálida luna en las palabras.// Lee mucho de todo/ me dijiste,/ pero olvida al instante./ las nubes son copos de algodones/ para secar los pàrpados del aire…. Y este otro al Libertador: Bolívar/ yo te trato de vos porque eres grande….
O este bello texto dedicado al poeta del vino, Khayyan:

La mejor gente que he conocido
piensa y obra como tú.
Y mi pregunta es:
si nos hubiéramos encontrado
hace nueve siglos,
¿hubieras dejado el vino,
Omar Khayyán…?

BIFURCAR EL TEMA, ESCRIBIR DE TODO Y HALLAR EL CAUCE

La preocupación del tema en la poesía, es otro de los temas de su poética (vale la redundancia, y perdón por la tautología). Así por ejemplo en su bello “Poema del sàbado” se confiesa: Que has escrito ahora me preguntas./ No se qué contestarte./…/Ya no asombra un viaje a la estratosfera,/ ni la lucha de Dios, contra el hombre, contra el ave… Por ello Ana María registra lo más interno de su voz para enaltecerla en el poema, consiguiendo que su búsqueda sea su propia poesía. Tan audaz en la forma que en el poema “Invasión”, texto que se dedica a sí misma, habla de esa libertad: No me hace falta más para sentirme libre/ en un mundo de esclavos. Tan bello y tan profundo. Tan descriptivo y tan sagaz como el texto “Montaña”: Montaña/ sin aldabas/ sin noticias/ sin absurdos prejuicios/ sin tarados/ sin letreros que todo lo prohíben/…/ Quédate donde estás/ ningún viento te mueva… Llega a escandalizar con su poema “La verdad”, ese desate de sinceridad embriagante de escándalo, que tanto bien hace a la poesía, cuando está bien lograda: Amo la gente mala,/ los árboles del mal que no dan frutos/ -los frutos que se pudren en las ramas-,/ los cuentos que finalizan/ con una mala palabra/…/ En noches como esta/ cambiaría mi corazón/ por el rojo corazón de María de Magdala. En el redondo poema “Bienes raíces”, la poeta da fe de su inventario personal: ¿Qué tengo yo…?/ Los alambres de la esquina,/ una espina en el pañuelo,/ un tarro de insecticida./…/ Una escalera/ en el aire,/ tierra azul/ en los bolsillos./ Un hueco en el corazón/ por donde se va mi vida…. Otra vez el dolor. Otra vez la magia que logra el poema, cargado de dolor, ironía y belleza.

El libro “Los cajones del insomnio (1967) trae la magnificencia de la poesía trabajada en buril. Perfecta en la imagen redonda, certera, impecable, Por ejemplo este fragmento:

Rueda el sol por las calles del crepúsculo.
Emergen como barcos fantasmas las montañas.
El infinito
semeja una gran boca
donde se hunde
el bostezo sin fondo de la nada.

Luego de ello qué. Buscar en el más tajante hecho de describir la tarde con ese desparpajo surrealista para caer siempre en un YO, en ese yo asumido, como la asumió hace más de 100 años Dolores Veintimilla de Galindo. Ese yo valiente, ese Yo forzosamente engarzado en el dolor. Ella mismo reconoce su yo claro en su poema “El mí”. Juego delicioso, sugestivo, armónico, transparente. He aquí el texto citado:

Ayer
cualquiera era mi amigo,
usted y el perencejo
eran buenas personas.
Ayer no más decía:
mi Patria,
mi familia,
mi Dios,
mi pan,
mi amigo,
mi libro,
mi persona.
La dirección de mi casa,
el número de mi teléfono,
mis versos
y mis rosas.

Por emplear en todo este adjetivo
perdí mi doctorado en ilusiones.

POLITICAMENTE INCORRECTA

El sentido desacralizador de todo lo que está políticamente correcto, de lo formal, de lo “Qué bien”, “Qué magnífico”, de lo ”no, gracias”, “Si gracias”, de lo hipocritamenrte convencional. Se mete con todo, Iza, a todo le da palo. Hasta a la muerte.
Dice en su poema “Tempestad sobre el follaje”, precioso texto:

…Morir es tan vulgar
como pelar naranjas,
por eso yo no quiero morirme
y si me muero
que nadie vaya a decir lo rutinario:
gran mujer, gran amiga.

Que no se sirva té
ni cuenten chistes
con el pretexto
de acompañar mi sombra.

Que dejen las ventanas abiertas
a que penetre el aire,
que pongan el disco que me gusta
y me dejen tranquila
mientras siga
la tempestad
sobre el follaje.

En “puertas inútiles” poemario publicado en 1968. Es más desacralizadora que nunca. Escribe a las prostitutas:

Prostituta:
escupe al agua.
Quizás es tu saliva
más limpia
que muchas cosas blancas
de la tierra.

Trabaja con poemas conceptuales. Tres poemas donde el título es un dibujo y de este concepto que no llega a ser un caligrama, si no, más bien, una alegoría, extrae poemas de absoluta reflexión e irónica anti convencional. Además en este libro está el poema “Conocimiento”, un hito, a mi juicio, de la poesía antológica. Tremendo poema filosófico. Con él se entiende aquello de que la actitud es más que la diversidad de significados. Escuchemos todo el poema:

CONOCIMIENTO

Si tú me amas
la tierra dará flores
árboles, agua, frutos,
los hombres engendrarán,
la vida será hermosa.

Si tú no me amas
la tierra dará flores
árboles, agua, frutos,
los hombres engendrarán,
la vida será hermosa.

Toda una clase de filosofía se podría trabajar con dicho texto.

En 1987 aparece su poemario “Reflejos del sol sobre las piedras”, poemario que abre con este furibundo poema:

Como nunca
la hez está de moda.
A la mierda se mandan las estrellas.

Abres un libro
y el estiércol te salta hoja
a hoja.

¡Lejos quedaron las lilas en el huerto!

Bet Seller es la mierda.

/…/

Entre sabios y locos se han reunido
para mandarnos a todos a la mierda.

Tremenda visión. Tremendo desparpajo. El poema “la verdad” del libro ya citado es aun más duro. Esta dirigido como un poema prosaico, donde hay un personaje (una señora fina, cordial, bien vestida) y esta voz poética terrible, que asume su condición de rasgar el velo del templo de lo correctísimo, del manual de Carreño. Dice en dicho poema:

Señora
no va a cambiar el mundo su novela a colores
ni sus lágrimas.
Este sistema odioso está por irse
aunque usted no mueve un dedo a que se vaya.

Yo también amo las rosas,
los nomeolvides
y en los cristales de cera de la luna,
humilde, me retrato.
/…/
Señora
le niego mi pañuelo.
no crea en la televisión que vil la engaña.

Este es el poemario donde mejor se desarrolla su ironía raspante, su tropel de furia contra con establecido.

La burla contra ella misma, por ejemplo:

Regresa Ana María
con su cara de “yo si fui”
a decir lo mismo,
sin lograr inventar otras palabras.

O este otro poema:

Yo
chofer de land rovers
y de coches de bebés.

Ex-violín,
media nylon
con los puntos idos
para siempre.
/…/
Yo
incapaz de sentarme encima de una rosa
me arrepiento en el alma
no haber aprendido corte
y confección.


DIOS: SU REFUGIO, SIN MISTICA

En todo poeta hay un faro que lo salva, hay un halo que lo alimenta: una utopía, un sueño que se engarza en las manos ya cansadas. En todo poeta hay un norte silencioso que se mira entre las nieblas. En Ana María solo es Dios, pero no el místico: alejado, castigador, postizo, no, tampoco, el implacable, el guardador de utopías eternas. Es alguien más cercano, alguien que uno logra ver luego del dolor, luego del llanto, luego del fuego. Alguien que emerge, como la poesía. He aquí el fragmento de su poema “Escrito para siempre”:

¡Óyeme Jehová!
Tú que no habitas templos
ni cuarteles:
después de tantas mentiras
he llegado a conocer tu Nombre
y a saber que no eres judío
ni banquero.

Yo
que no tuve nunca quien me quisiera mucho,
quien jugara conmigo a estar de a buenas,
envidiaba la dicha de las rosas
por durar solo un día en los floreros.
Sin muñecos de aserrín
ni osos de peluche
trenzaba para jugar, mis dedos.

Sin embargo
largas cartas me hiciste en los crepúsculos,
-convertiste en juguete mis desvelos-.
Por ti tuve vacaciones,
días libres,
caballos incansables de indómitos ensueños.

LA RUPTURA

En su libro “Herrumbres persistentes” (1996) se aleja un poco de su personalidad poética tajada por los años. Aunque guarda la misma facha: dolor, ironía, sonido personal. Aunque utiliza a buen recaudo el metalenguaje desde dimensiones desconocidas, tomando a usanza estupendos recursos que en cierta manera impiden vislumbrarla tan transparente como siempre nos tuvo acostumbrados:

En este libro hay una convocatoria pertinente y repetitiva a sus héroes o agresores, presentes en sus poemas, a los que ama u odia, a los que compara y discrimina, a los amigos o enemigos de su temperamental postura de poeta: Dalí, Claudia Schiffer, Calígula, Tongolele, Napoleón, Carreño, Mozart, Socrates, Jim Morrisón, Dick Turpin, Nefertiti, Cleopatra, Liz Taylor, Afrodita, Dulcinea, Amstrong, Sinatra, Róbinson, Hitler, Nerón, Atila, Sade. Además de juegos lingüísticos y recursos fonéticos de indudable calidad.

EL REGRESO

Con el poemario “papeles asustados” (2005), Ana María vuelve a su antiguo vaivén. Como buena poeta probó las dosis legitima de lo experimental, pero regreso con esa fuerza inusitada de la poesía tangencial, con el yo de su nombre.

Dice su poema “La piel analfabeta”:

Yo hubiera escrito este poema
si mi cuerpo hubiera vivido este poema,
si la escuela de tu carne
no se hubiese cerrado
dejando mi carne analfabeta.

Y aunque siga buscando, se halla a ella misma en todas partes. Ella es el poema que busca. Porque ella se reclama a sí misma. Porque si parafraseamos a Becker: vuelven las golondrinas a los nidos de los balcones. Y Ana María se encuentra en el medio, arrimando a la poesía que la ha mantenido siempre en la forma en que ella mantiene a sus hijos, con el dolor aupando, con el sonido, con la soledad y el frío y la azarosa compañía. Su poema “Amantes”, hermoso texto vallejiano, en su concepción existencial. Con él nos puede dibujar como la poesía, a costa de lo sea, será lo que nos haga hallar a Iza siempre. Porque creo no equivocarme, su poesía es para siempre. El texto dice:

Acompaña a la mosca la pata,
a la estrella otra estrella,
al hueco lo redondo,
a la teja otra teja,
a la taza la oreja,
a la oreja el zarcillo,
a la cama la almohada
(y si ya no hay almohada,
un sueño sin camisa).
A la lengua el lenguaje,
al pasaje el turista,
a la dicha lo alegre,
a mí,
la gota de agua
que se escapa del grifo.

Ojalá algún día nos prestes tus antenas, Ana María Iza.

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