lunes, marzo 23, 2009

ELSY SANTILLÁN Y LOS MIEDOS JUNTOS POR VIVIANA CORDERO


Pensaba yo en las coincidencias de pensamientos. El día martes asistí a la presentación de los cautivadores poemarios de María Luz Albuja y Julia Erazo, y la poeta Victoria Tobar, al presentar el libro de Julia Erazo planteaba que hay dos maravillas: leer y escribir.
Justamente yo empezaba la presentación de Elsy hablando del término maravilloso y me impactó que estuviéramos en lo mismo.
Maravilloso: adj. Extraordinario, excelente, admirable.
Maravilla: del latín, Marabilia. Suceso o cosa extraordinaria que causa admiración/ 2.- acción y efecto de maravillar o maravillarse.
Maravillarse: causar admiración.
Cuando uno emprende un viaje a lo desconocido, lo maravilloso, es decir lo extraordinario, lo excelente, lo admirable, lo único, lo especial del mismo es dejarse llevar y maravillarse valga la redundancia con lo que acontece desde el momento en que salimos de casa. Cuando uno abre un libro lo maravilloso, lo único, lo especial, lo admirable del mismo es que éste le transporte a uno a lugares recónditos y misteriosos sin haber salido de casa. La lectura es lo que nos permite a muchos seguir viviendo, soportar la monotonía, el dolor, la enfermedad y los problemas del día a día. Cuenta Azar Nafisi, la profesora de literatura que escribió el cautivador libro Leyendo Lolita en Teherán que soportaba los bombardeos y la guerra en Irán leyendo. Leía a Henry James por las noches mientras las bombas destrozaban la ciudad y no sabía si el próximo bombardeo la mataría a ella y a su familia. Cuando escuchaba algún bombardeo cerca de su casa, con más fuerza y vehemencia seguía leyendo.
Pienso que el principal objetivo de un libro es atrapar al lector. Seducirlo, obligarlo a buscar sus páginas aunque uno tenga actividades, ocupaciones, trabajo. Es llevarlo de viaje sin haberse movido del sitio en el que uno se encuentra.
Y éste es el primer objetivo que cumple el libro de cuentos de Elsy Santillán Los Miedos Juntos. Desde que uno abre la primera página ya está atrapado. Porque como bien lo dice Umberto Eco en sus reflexiones Sobre la literatura, “La única cosa que uno escribe para sí mismo es la lista de compras para el mercado. Esta lista sirve para recordarnos qué es lo que debemos comprar y una vez que estas compras se han realizado, la podemos botar pues ya no sirve a nadie. Todo lo que uno escribe es para hacérselo llegar a alguien” Elsy escribe para sus lectores y quien la lee queda inmerso en su mundo propio, especial, barroco, lleno de calles adoquinadas, de casas en el centro de Quito, de muñecas antiguas, de espejos en donde trajinas fantasmas, de seres arrugados, de seres complicados, como de otros mundos.
Por eso y, ojo, entrar dentro del libro de Elsy no es para cualquiera, es para valientes. Son cuestas empinadas, descensos abruptos, de pronto un arroyo con aguas límpidas y esperanzadoras como Boutique Rosavioleta, el único cuento con posible final optimista dentro de todos los cuentarios, y ojo, digo posible porque el protagonista sueña con algo que no sucede aún, que de pronto puede trastocarse, ya que en los cuentos de Elsy uno entra en terreno de arenas movedizas. Vale la pena intentarlo, porque lo que sí les garantizo es que no saldrán indemnes, que la vida les cambiará después de haber leído estos cuentos y eso es lo que importa porque uno lee para transformarse, para que la vida de uno sea sacudida, para que el interior de uno sea removido.
Porque los personajes que recorren estas páginas son personajes atormentados, seres que no pueden con la vida normal: asesinos, suicidas, enfermos mentales, inconformes con su destino, angustiados en potencia. Uno a uno, cada cuento nos devela el otro lado de la vida, el lado negro, el lado enfermo, el lado que no puede con la esperanza, con la felicidad, con el optimismo.
Elsy enfrenta los miedos, propios y de cada ser humano, con valor. A través de las palabras los desmitifica. Se materializan en los largos corredores de su infancia. Cobran fuerza, y situaciones que podrían estar en el fondo, fondo del baúl de los más negros pensamientos, vienen a sentarse en la sala de esterilla.
Es lo turbio, lo sórdido lo que predomina en Los Miedos. La muerte del travesti, en La habitación de los cuatro espejos cóncavos, el asesinato en Una gota de lluvia en tus cabellos de paja, el dolor de volver a la vida sabiendo que ha sido reemplazado en El reino de las sombras.
El ser humano es inconforme nos lo grita Elsy a través de sus historias. La vida es amarga. Todo lo que parece sólo parece porque en realidad lo que es es tan distinto a lo que parece.
Por eso comentaré tres situaciones y temas que están constantemente presentes en Los miedos juntos. Pues si bien esta es una recopilación de todos sus cuentos escritos a lo largo de muchos años, las angustias, los miedos, la temática constante de la atracción hacia lo oscuro, hacia lo abyecto, está presente a lo largo de todos los cuentarios
1.- El ser humano está incapacitado para encontrar la felicidad.
Cito:
“En cada rincón de sus sentimientos se ocultaba un gusano que lo corroía todo.”
Si hay una frase que defina la atmósfera de los cuentos de Elsy Santillán Flor es precisamente ésa.
Por todo lado se siente el sabor de la tristeza, del dolor, de la decepción. Los cuentos son una tarde lluviosa y gris, como del enero quiteño. “Escucho el abrirse de ataúdes, el ulular del vien¬to, el crujir de hojas secas y sé que soy parte de todo este mundo gris y desolado repleto de lóbrego encanto”, nos dice el narrador, o Elsy, la escritora. No puedo dejar de pensar en Edgar Allan Poe, sus ensoñaciones con los cadáveres y compararlos con las ensoñaciones de Elsy, la escritora que se aleja de su diario vivir para transitar por sus historias fantásticas, llenas de gris y de azul oscuro donde los personajes negros y solitarios deambulan cada uno con sus historias amargas y destinadas a un fatum desolador.
Así en El reino de las sombras el protagonista regresa de la muerte para comprobar que ya no lo aman como él imaginó, que su mujer tiene a otro. Lo que él creía no es y el haber vuelto a la vida se vuelve el más amargo de los suplicios. En Cara o cruz el personaje se debate entre una doble vida, incapacitado de unir sus dos identidades, manteniéndolas completamente separadas. En ¿Y si almuerzo su cadáver? Un hombre mata a su mujer y al salir indemne y volver a casarse nos deja con la inquietud de que muy probablemente va a volver a ocurrir, confirmándonos que uno no aprende de sus horrores, errores y dolores, sino que el ser humano reincide, vuelve a caer una y otra vez como un círculo vicioso. En Confesiones en lila toda posibilidad de felicidad se trunca, el amor verdadero se destroza, tan sólo queda la venganza final, la dicha de la venganza. En Del otro lado de los muros una pareja juega a engañarse, pensando así que cada uno es más listo por ocultarse su otra vida.
Cada uno de estos cuentos son de diferentes colecciones y sin embargo hay una unión que la sentí a lo largo de todo el texto. Es acertado presentarlos entonces juntos. Como bien lo dice Gloria de Cunha en el prólogo. Cito: “Para el crítico literario esta reunión de reuniones no representa una simple suma de relatos, sino un macrotexto original, un verdadero sistema textual con renovado sentido. Los ejes identificables alrededor de los cuales se organizaba cada cuento de los cuentarios separados adquiere nuevo valor en la reunión, puesto que ahora se iluminan —inmediatamente unos a otros, lo que carga de valor al contenido de Los miedos juntos. “
El sentimiento al final es el de una multtitud de personajes, cada uno un mundo, cada uno una historia más truculenta y escalofriante que la otra. Estas soledades se mantienen solas, no buscan que nos unamos a ellas. Tan solo nos acercan a sus historias, en algunos casos desde la primera persona, en otros con la frialdad que imponen los hechos desde la tercera y en ocasiones con el dedo acusador de la segunda. Uno asiste como tras una cámara que se acerca lentamente y luego se retira. Uno asiste como espectador del dolor, de la soledad, de lo mórbido, de la incapacidad del ser humano para encontrar la felicidad. Somos testigos del fracaso, de la imposibilidad de encontrar la salvación por ningún lado.

2.- La muerte compañera acechante.
Elsy juega con la muerte, con las tumbas, con lo nefasto y lo efímero de la vida, con lo irremediable. O quizás con un mundo real que está ahí pero que sólo unos afortunados pueden verlo. En algunos casos es tan sencillo como retirar las cobijas y las sábanas del personaje dormido que siente que se está muriendo por la asfixia, en otros es tan real como estar dentro de una tumba durante días. La muerte es una de las grandes protagonistas de este texto creando un vínculo entre los diferentes cuentos.
En Valores perdidos en actos agotados, un hombre hace el amor con el cadáver. Él no lo sabe, piensa que es su esposa dormida que él imagina su amante, pero la dualidad existe está presente, al más puro estilo de Edgar Allan Poe o de Emily Bronté. Y la dualidad se hace presente al ser este cuento escrito
en segunda persona. Ese tú constante que condena, que acusa formalmente. Esa dualidad entre el placer y el dolor. Porque lo interesante es que todo en las tramas de Elsy nos llevan a una función necesaria. En Las cartas que fueron bastante lejos se va fraguando el asesinato a través de las pistas que nos dejan las diferentes misivas. Nada es gratuito, nada es casual, gracias al poder de las palabras, todo tiene una razón de ser.
La muerte domina, está presente. A veces como única solución, otras como algo a lo que no podemos escapar porque el ser humano camina cada día hacia ella. El ser humano no tiene salida, parece decirnos las escritora. Los personajes toman la vida en sus manos en muchos casos y hacen con ella lo que les parece. En el mundo de Elsy Santillán, escitora, reina la agonía, reina el dolor, reina una profunda decepción hacia la vida de la cual uno no escapa ni aún después de muerto, prueba de ello, el cuento El reino de las sombras.
Entonces:
3.- ¿Qué nos queda? Tal vez creer en las historias que escuchamos, que leemos, que nos cuentan. A pesar del dolor, a pesar del pesimismo, a pesar de la decepción Scherezade logró mantenerse con vida encadenando historias que maravillaban al sultán y que postergaban su muerte para que siguiera encantándolo.
Ariadna en el laberinto le entrega a Teseo el hilo que le permitirá encontrar la salida luego de matar al minotauro. Elsy, través de su libro, de la escritura y de la lectura, nos entrega el hilo de Ariadna, la salida hacia una salvación, entiéndase minotaruo como monotonía, como tedio, como sucesión de días sin esperanza, cuando el ser humano puede escapar de su propio miedo, de su propio tedio, de su propio dolor a través de estas historias que nos permiten entrar en otros mundos.El rol de la literatura es crear también un universo, un mundo. Dice Carlota en El joven Wether: “Como ahora son contadas las veces que puedo leer, cuando lo hago deseo que la obra esté perfectamente dentro de mi gusto. Y el autor que prefiero es aquel en quien hallo el mundo mío, el que cuenta las cosas tales como las veo en torno mío, el que con sus descripciones, me atrae y me interesa tanto como mi propia vida doméstica, que indudablemente no es un paraíso pero sí una fuente de dicha inefable para mí”. Yo añado; también es el poder penetrar dentro de otros universos, de otros dolores, como en el caso del mundo creado por Elsy Santillán. Entramos como a escondidas a vislumbrar todo lo que ocurre dentro del universo de sus personajes y probablemente de esta manera nos vemos obligados a confrontar nuestros propios miedos que es lo que nos permite encontrar el sentido de nuestra existencia, lo que nos permite encontrarnos y descubrirnos. El sentimiento que me provocó fue como si estuviera abriendo una cortina con sigilo, porque ni siquiera es una puerta, para adentrarme y comprender el por qué de tanto inconformismo, de tanto dolor ante la vida. Elsy nos invita a conocer estas vidas tortuosas y atormentadas. Sus descripciones son ágiles, fuertes, apasionadas. Son trazos directos, rápidos, drásticos, sorpresivos.
Cito:
CUANDO SE FUE
Al verlo partir, supe que se llevaba la mitad de mi vida, de mis sueños y realidades. Quise lla¬marle, pedirle perdón, llorar bajo su sombra; pe¬ro descubrí que podía vivir con la otra mitad que me quedaba.
Así de rápido, así de corto, así de completo. No hace halta más. Una historia, un suceso concreto. Imapacta, agarra, atrapa.
Dice Julia Kristeva: Hay, en la abyección, una de ésas rebeliones del ser obscuras y violentas contra lo que lo amenaza que le parece que viene de un más allá o de un interior exorbitante, lanzado junto a lo posible, a lo pensable, a lo tolerable. Está ahí, muy cerca pero no asimilable. Inquieta, fascina y se lanza hacia un más allá que ya está condenado.
Cito:
LA TARDE DEL ULTIMO DIA:
—Hace como diez años desapareció una mujer, dijo, —por las fotografías que aparecieron yo podría afirmar que es usted.
No le contesté. Sus ojos resplandecían, yo seguía inmutable.
—¿Por qué lo hizo? —me preguntó de frente— usted era una triunfadora, lo tenía todo.
—¿Usted así lo cree? —pregunté también.
—¿Qué le faltaba?
—Nada, respondí. Me aferré a todo mi valor para seguir diciendo:
—Yo no soy esa mujer, pero supongo que sería muy sensible y por así serlo su mundo no debía haber sido tan placentero. Seguramente las cosas que a todos parecerían grandiosas a ella no le importarían nada. Quizá se hartó de todo y decidió escapar de aquel mundo para buscar otro inmensamente mejor.
—Pero si lo tenía todo —volvió a repetir el hombre.
—Nadie conoce el alma de nadie, me encontré diciendo. —El mundo del alma es muy complicado. Suponga que esa mujer no se consideraba parte de nada, ni tampoco consideraba a nada ni a nadie, parte de su mundo.
Me miró con seriedad.
Una vez más la escritura salvadora, el hilo de Ariana que nos permite salir del laberinto de la vida. Porque finalmente y concluyo con esto, uno puede imaginar a Elsy escapando de su vida, perdiéndose como la mujer de LA TARDE DEL ULTIMO DIA. Perdiéndose en sus fantasías, adentrándose a través de los corredores dentro de sus más profundos terrores. Saliendo sin salir de casa, todas las tardes en busca de la aventura, de la historia, recorriendo sus múltiples y únicos objetos, puesto que cada uno tiene una historia en la vitrina del rincón, subiendo y bajando por los rincones que ofrece su casa tan personal, ofreciendo cada rincón una historia; y de esta manera aunque su cuerpo esté ahí probablemente enfrascado en la limpieza de algún adorno, y nadie se percate de lo que ocurre, su mente está lejos, en medio de historias turbulentas y complicadas. Su mente está enfrentando sus propios miedos y valientemente obligando a su mano a escribirlos.

jueves, marzo 05, 2009

CUENTOS COMPLETOS DE ELSY SANTILLÀN FLOR, PREMIO NACIONAL DE CUENTO “PABLO PALACIO” y “JORGE LUIS BORGES”



El sábado 7 de Marzo, a las 11h00 de la mañana en el Palacio de Cristal del Parque Itchimbia se presentará la obra “LOS MIEDOS JUNTOS” de la Escritora quiteña ELSY SANTILLÁN FLOR. La presentación estará a cargo de VIVIANA CORDERO ESPINOZA. El libro ha sido publicado bajo el Sello Editorial ELANGEL Editor, en su colección Flor de Angel.

El libro a presentarse reúne la mayor parte de su producción en el género Cuento, además de algunos cuentos inéditos. Además el volumen consta de 128 cuentos entre los que se encuentran los cuentos premiados en la Bienal “Pablo Palacio” (1998) y en el Concurso “Jorge Luis Borges” (1995).

Elsy Santillán Flor (Quito, 1957) es Doctora en Jurisprudencia. En los años 80 tuvo una gran participación en los talleres literarios de la época. Conformó la Red Cultural “Imaginar, con otros escritores de su generación. Su obra está conformada, además de cuento, de poesía y literatura infantil. Sus libros son “De mariposas, espejos y sueños” (1987), “De espantos y minucias” (1992), “Furtivas vibraciones olvidadas” (1993), “De mariposas, espejos y sueños” (1997), “De espantos y minucias” (1992), “Furtivas vibraciones olvidadas” (1993), “En las cuevas ajenas de la noche” (poesía, 1997), “Gotas de cera en la ceniza” (1998) y “Las doce habitaciones de la magia” (Narrativa infantil, 2000 Libro electrónico). Además de los libros colectivos DESEABULOS 1 y 2 (Libros en colectivo de cuento y poesía, 1993, Quito y 2000, Ibiza, España, respectivamente). Ha obtenido los premios “Jorge Luis Borges” 1995 y el Premio Nacional “Pablo Palacio” 1998. Ha sido incluida en las más importantes antologías femeninas de cuento, realizadas por Cecilia Ansaldo, Gloria Da Cunna, Miguel Donoso Pareja, Sara Vanegas, entre otras.

Elsy Santillán Flor publica está obra que ha sido revisada y corregida para darle el aspecto definitivo a su narrativa de oficio.
Han sido más de 20 años en que trabaja con su oficio solitario por los patios del lenguaje y de la imaginación. Escritora seria de fantásticas recreaciones impresionistas y surrealistas. Ha sentido toda la vida la necesidad de contar. Y lo ha hecho con la pujanza de las escritoras mujeres de Latinoamérica que ahora quieren cambiar al mundo con su mensaje poblado de verdad y belleza.
Santillán Flor ha conseguido llegar a un estilo definidor con creces y en grandes dosis de trabajo magnífico y de sacrificio. Sabe del tema porque desde temprana edad le surgió la idea del combate con la lengua. Y ha salido invicta y triunfadora a ganarle espacio al arte con la claridad de sus palabras y con la complicada simplicidad de su mensaje.
Este libro es un homenaje a su trabajo y a sus estupendos cuentos, manejados con la maestría de un trazo de Velásquez. Sin duda alguna, una alta cifra de su generación.

miércoles, marzo 04, 2009

LA PENDIENTE IMPOSIBLE, nuevo libro de Marialuz Albuja



Texto leído en la presentación del libro


Luego de leer La pendiente imposible, la primera pregunta que me la hago es: ¿Dónde quedó la Marialuz de tonalidad parca, de verso corto y de profunda diafanidad? ¿En qué sitio su verso se elastizó? ¿Por qué aguas profundas decidió naufragar para volverse fuerte?

Su nuevo es su nuevo estilo. Ella sabe que el estilo es uno mismo, que en el ser humano, en su realidad, en sus pasajes cotidianos se encuentra el zumo de poesía verdadera, porque solo así el poeta puede asimilar el dolor de vivir y el placer de recordar. Recordar es una forma de volver a vivir. Aunque vivir en el recuerdo es mentir, también un poco, y es caer en las redes de ese borronesco mundo de imágenes que no se resuelven de igual modo.
Lo onírico, decía Freud, es la otra vida, las otras circunstancias, parecidas tal vez, pero separadas por la sabiduría del consciente y del tiempo, que no perdona el silencio.
El tiempo ha pasado por Marialuz, por su poesía. Ya no somos los poetas jovencitos que éramos hace unos años. Ya no estamos en el titubeo de la gramática, ahora tratamos de buscarle la esencia a la palabra. Luchamos mucho con el lenguaje, luchamos mucho con la forma. Y aquí está el nuevo libro de Marialuz, su mejor libro, según ella, y yo estoy con ella, porque en él hay un canto al dolor de los recuerdos. Con él se hace evidente aquel adagio de que el poeta se llora así mismo para llorar en todos. Para arrastrar con su dolor a todos, es un tsunami el poeta. Es un huracán, un torrente sin compasión. Marialuz lo ha asumido y su poesía ha madurado con ella.
Adiós a su poesía parca. Bienvenida su poesía decidora. Adiós al verso adornado con la retórica de las figuras literarias. Ahora su verso busca decir. Adiós a la estrofa conceptual. Adiós al silencio. Bienvenida la bulla de su discurso. Bienvenida la poesía de la catarsis, la poesía de la auto exploración. Aquí está la voz poética construida con vida. Y por ello, por su valentía, por su ejercicio sinuoso con la palabra que no alcanza, hay que aplaudir este libro.

La misma voz poética se sabe cambiante de estilo, de forma, de estructura:

Jamás podré ser como antes.
No escribiré ya las mismas palabras.
No leeré los mismos poemas en un libro…

Este es el canto poético de una mujer que ya cambió de piel.

Su poemario está dividido en tres partes, que guardan una coherente e impecable unidad: 1. El destierro, luego El regreso; por último El silencio. Los tres motivos que parten a su discurso están eslabonados por varias cuestiones de carácter poético y anecdótico: un viaje (a la China), un regreso (de la China) y un asumirse en la poesía con el silencio.
Entonces el pretexto poético de la primera parte de su libro es la atmósfera de Oriente. He aquí un verso que esclarece:

El oriente se esconde en mis ojos
Llevándose el sol que pronto estará al otro lado

Tal y cual como alguna vez nuestro poeta Rubén Astudillo y Astudillo dijo, en las mismas circunstancias geográficas de Marialuz (Rubén fue embajador de Ecuador en China por muchos años):

La misma luna que esta noche
cruza, con su mata
de estrellas, por encima
de los pinares de Xian, mañana alumbrará
los eucaliptos y las
capulicedas
de mi pueblo.

En los dos poetas, coincidencialmente apoltronados al otro lado del mundo, se deja notar el aspecto de observadores y de añorantes profesionales. Siempre recordando: este oficio inútil, pero gratis que tenemos algunos. He incluso algunos hasta lo disfrutamos.
Es en China donde la voz poética destapa ese caño de dolor que, en otros casos, aplaudiría un sicoanalista. Ya se sabe que la poesía y el arte en general es el mejor sicólogo, pero si se sabe manejar este con la dignidad de la palabra. No creo que ningún poeta tenga buenas intenciones, si no las tiene ni con él mismo, ya que decir su palabra es quedar desnudo frente al público; es quedar mal frente a la dignidad del silencio. Pero Marialuz decidió destapar la olla de los grillos con su pasado, y enfrentarlo a futuro, para quedar en paz con sus imágenes, con sus insomnios y con la debilidad de lo que se ha quedado hundido en la desolación del tiempo.
La poesía verdadera, a mi juicio, esta adocenada con el enfrentamiento poeta-poema. La verdad es la originalidad, lo demás es el adorno. Comencemos a leerla bajo esta imposición.

…mi madre
En su pequeño escarabajo por el camino empedrado
Mientras yo, en la Gran Muralla,
Bajo la luna llena
Me recuesto.

He ahí un recuerdo ahíto repleto de realidad. El recuerdo es una puesta en escena de lo que quisiéramos, pero en estos versos, la voz poética recuerda a su madre sin idílicas funciones: las dos en caminos diferentes. Separadas por la mitad meridional del mundo. Esperando. Dice:

No me lleves lejos.
Aquí puedo creer que soy feliz.

Es la idea de la distancia como figura de la felicidad y la nostalgia.

Las nuevas visiones orientales son atrapadas por la sensibilidad de la poeta:

Quisiera atrapar con mis manos la China del Norte
Sus restos fragmentados por la memoria
Que no sabe como volver al portal
Donde una joven asiática vendía bebidas frente a los sumideros de la ciudad.

Esta es una poesía que no oculta la identidad de una voz poética desconcertada por el dolor y por lo nuevo. Lo nuevo es otra forma de dolor. Siempre nos pesa. Nos cuesta aceptar lo que está fuera de lo establecido.

Una de las constantes en este poemario es la voz parricida que ama y odia; que sumerge y emerge a la figura del padre. Y con él, aparece ahíta, desparpajada y libre, la de la madre y la de los hermanos. Y entonces se conecta la voz poética con lo que llamaríamos familia perfecta, agarrada, sujeta a los recuerdos, a los apóstrofes, a las debilidades, a los absurdos de verse tan crecidos, tan lejanos y tan abiertos, luego de haber sido una sola cosa multiforme que creció junta, pero creció precisamente para abrirse.
Así nos dijo alguna vez Khalil Gibran:

Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de si misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.

El canto terrible al padre y a la madre. Un canto desaforado de amor y de libertad. Dice:

…Padre de los animales que habitan la tierra.
Padre de los abandonados.
Pero no mi padre/…/
Juego a ser hija y me equivoco.
Juego a nacer otra vez…

Madre, no se cómo hacer para hallarte.
Tal vez escarbando en mi pecho
Que acaso sea solo una sombra de ti…

Hermanos, no sé si algún día les dije
Que sigo buscando el silencio
Que solo su abrazo podría salvarme…

He aquí el adagio de la poesía de siempre: “El dolor es causa de la belleza”.

En la segunda parte del pequeño libro encuentro ciertas claves de su poética anterior: Hablar en segunda persona. Marialuz manejaba estupendamente bien el “tú” en sus otros tres libros. Con la diferencia de que en este, este “tú”, es un “Yo legítimo y doliente.
Siempre buscando no terminar de desnudarse. Porque verse sin ropa es otra forma de dolor. Por eso la búsqueda del pronombre.

Te duermes.
Regresas a casa.
Tu madre baña a tu hermana tierna.
Su risa infantil se refleja en el agua…

El regreso es la parte más honda y torrencial del poemario. Aquí ya se han abierto todas las jaulas de su palabra. Aquí ya está legítimamente armada con la voz de una poeta vs. sí misma. Dice:

…no importa que después ya nadie sepa de nosotros,
Pues el absoluto es hoy,
Y en su fuego de relámpago
Brillamos.

La mejor manera de ingresar a lo nuevo es desde la lejanía. Que además es una forma de regreso. Viendo las cosas desde otro tiempo.
Allí aparece una voz poética afrentosa que dialoga en el silencio con sus padres. Y que busca en el recuerdo el sitio exacto donde ocurrió la felicidad y el desasosiego, asimilando la vida ya no con la intensidad cuando ésta fue vivida, sino cuando es recordada:

Le dice a su familia:

Compartimos secretos enterrados como piedras en un hoyo sin fin
Secretos de túnel entre una montaña y el mar
Silencios de mirlo sobrevolando los arbustos que rodean nuestra casa…

Estos poemas vienes despojados de todo tono ambiguo, más bien resultan casi epístolas de fuerza imparable.

Entendemos luego de esta lectura catártica que el regreso es la casa del padre, es el pasado siempre. No es la geografía. Por lo tanto el regreso no será nunca. Nunca, porque si el río es el mismo, diría Heráclito, nosotros ya no somos los mismos:

Esta es la casa del padre
Donde partimos el pan después de su regreso.
Donde lo saboreamos por primera vez
Y por primera vez
Queremos que así sea.

Luego de regresar a lo que no puedes, la realidad te rompe:

Deseas ocasionar la catástrofe que te permita ser, otra vez…

Por lo tanto solo oníricamente, solo en sueños, encuentras en el pasado, la felicidad:

No sé cuanto recorrer para alcanzar la lejanía

Dice la poeta. Sabiendo que el momento de felicidad y el último verso, como diría Zabala Ruiz: No lo sabremos nunca.

La tercera parte del poemario El silencio es la asimilación de todo lo evidenciado a lo largo del Destierro y el Regreso. Es la entrega desgarrada de la voz poética a la poesía. Mirar las cosas con la frialdad del concepto. Volver a la auto confesión y darse de bruces con la realidad:

Voy a mentir
Otra vez
A cantar, intacta,
Como si el cielo y las montañas
Convivieran detenidos en mi cuerpo

En esta parte llega a verificarse su arte poética. Dice:

Le temo a las palabras porque no me sirven

Y luego asume, por herencia, lo que es ahora. Dice:

¿Qué hiciste, madre, para llenarme de palabras?
¿Por qué ya no es posible el silencio?
/…/

Le temo, madre, a tu angustia
Y a las palabras que me enseñaste
Porque no son las que quiero.

Pero el silencio, pese al dolor de no enfrentarlo, termina siendo la palabra:

Ojalá los labios pudieran decir lo que el cuerpo no entiende…

Porque para la voz poética el silencio siempre será el pasado con cara al presente. Dice:

Detén la insistencia de las palabras.

Enciende la luz.

Poemario redondo. Doliente y veraz. Audaz e imprecador consigo mismo.
Poesía que no oculta, que se deja leer en el peldaño del meta lenguaje. Donde la verdad es la poesía. O mejor aún, la poesía es su única verdad. Y los recuerdos el pretexto de su canto.

Ni más ni menos.

ANA MARÍA IZA: LA INTUICIÓN ES POESÍA

Siempre he querido ponerme en los zapatos de la generación de los 60s. en el momento en que Ana María Iza, en el año 61, publicó poemas como estos:

Mamá… ya puedes decir que eres abuela,
Mi hermana la tristeza tuvo un hijo,
Lo envolvimos en húmedos silencios
Y tenazmente le agitó la vida.

Mamá… ya puedes decir que eres abuela;
El pequeño nació hermosamente grande,
Tiene tu misma sangre, sorbió tu misma vida.
Mamá… mi corazón es el hijo del que te habló.

Me hubiera gustado ver las caras de la gente que la escuchaban, cuando aún la poesía escrita por mujeres se consideraba, en este país, como un tropel de metáforas largas escritas por las “poetisas” que llevan vestido largo y zapatos de charol. Ella, una jovencita de 20 años, vino a salvarnos de la edulcorante suavidad de unos versos acartonados.

Iza es la poeta de la intuición. Con ella, la mínima dosis de inspiración y las toneladas de transpiración de las que habló Einstein sudan por dentro. Ella saca el poema, sin que Valery le haga acuerdo que la poesía no está escrita de buenas intenciones sino de palabras. Y cuando emergen los poemas de su mente poblada de un bestiario personal que es su propio dolor, sale ya el poema completo. Me dijo alguna vez la poeta (y no “poetisa”) que los poetas tienen unas antenas en donde se capta todo lo que los otros parecen no ver. Las voces de los otros son entonces los poetas. Y ella es la voz de la salvación. Ileana Espinel y Violeta Luna estaban ya para la época en el mismo camino. Torciendo, ya no solamente el cuello al cisne, sino, además, torciéndole las plumas, el esternón a todo pájaro modernista que aún sometía a la sensibilidad femenina con el espectro de una voz matizada con originalidad y desparpajo.

Creo que “Pedazo de nada” (1961), el primer libro de Ana María debería ser considerado como uno de los más importantes libros de una poeta iniciática o, como diría Jorge Enrique Adoum, de una poeta principiante y no aficionada. Da envidia leerla tan jovencita en vida y con tanta condensación en su discurso. A esta poeta le suena el dolor y el humor al mismo tiempo. Le suena con la misma levedad lo que concierne y lo que desconcierta. El poema “pedazo de nada” del libro primerizo (y nada prematuro) da fe de su dolor ambientado en la clave de su estilo. Cuando habla de la hermana que no tuvo dice:

Hermana…

Sin arterias, sin hambre, sin pestañas;
Partícula de pájaro sin canto.
Hoy que tengo para ti un vestido,
¿Crees que te lo hubiera dado
Si existieras…?

Tremendo fragmento que descubre sin cosméticos lo que es la debilidad humana, y lo es ser humano de verdad. Con Ana María se hace humo el adagio de Nietzsche cuando dice: los poetas mienten demasiado, habría que decir que Iza encuentra sus mejores hallazgos en la sinceridad de su discurso. Y como El estilo es el hombre, entonces en esta sinceridad poética hay tela para cortar. Solo la verdad es originalidad, el resto es una ficción indebida. Pero, en este poema, no solo es la verdad el vestido que guarda para la hermana y que no se lo entregara si existiera. Es también lo que esta voz poética, desacralizadora y absolutamente desligada de la hipocresía, dice sobre su hermana: le dice, por ejemplo: partícula de pájaro sin canto. El verso, solo él, íngrimo en una hoja blanca, ya sería un poema, escrito con la madurez de los 18 años. Escrito cuando los otros niños (hombres y mujeres) juegan, cantan, gatean en el miedo de conocer que sus fantasías son puro mito infantil.

EL DOLOR, SU PRIMER COMPAÑERO Y SU ÚLTIMO HALLAZGO

Ana María pasó revista por el dolor desde muy temprana edad (lo dice en uno de sus poemas: Si no lloviera tanto por mis ojos/ me sentara es escribir… y no pudiera…). Y con ella se confirma que el dolor es la vitamina de la poesía. Y por eso le sale esto de partícula de pájaro sin canto.

En este poemario inicial donde ya se dibuja la pronta Ana María que crecerá, también hay unos ojos abiertos (ella diría “antenas”) que miran desde “la ventana” como literalmente se llama unos de los 25 poemas que conforman el libro, su vena social. Su poesía engarzada en un dolor junto. Donde todo se veía, todo se sabía, todo se dejaba notar, solamente moviendo las cortinas. Allí ella confiesa lo indefinible, que además es muestra de su estilo. Ella, como Julio Cortazar cierra siempre sus poemas jugándole a la poesía un N. K. un golpe preciso. Dice en los últimos versos de su poema: Todo esto yo pensaba en la ventana/ y sin ninguna razón/ me mandaron cerrarla.

Es una mujer que mira las cosas diferente. Que asume su condición de adolorida y que, como dice en su poema “Cédula”: Le gusta la bondad de los humildes,/ la caridad del pobre/ y el mundo le avergüenza;/ tiene brazos de sal/ para abrazarse,/ necesita de urgencia una salida…. Por suerte la salida de su vida fue la poesía: pudo tranquilamente suicidarse, encerrarse en un convento de monjitas o quedarse aplastada con el diablo adentro y no encontrar exorcista barato que la atienda.
Le dolió el mundo y aprendió a verbalizarlo. Solo lo que se nombra, existe. Lo no nombrado es lo desconocido. Ya lo dijeron los hebreos: Que Dios se hizo verbo. Conclusión: si Ana María no escribiera creo que estuviera muerta. O loca. O, por lo menos, en estado vegetativo. He ahí el asunto de la intuición. Ella no hace doctorados para hablar lindo, a ella le salió el ritmo cuando la vida le enseñó a decir las palabras. O Como diría en un bello poema. Bello por terrible y verdadero:

A una escuela de monjas me enviaron,
como un papel en blanco dentro de un delantal.
Allí me enseñaron las primeras mentiras
y un deseo infinito de sentarme a llorar.

El abecedario era sencillo,
del tamaño de una hormiga era la a,
pero yo la hallaba difícil,
porque la monja era una letra
que no me entraba.

Me decía que la vida era un caldero
donde hervían sin compasión las lágrimas.
Ella tuvo razón,
pero no debía decirlo,
no debía.

Y aquí estoy,
escribiendo lo que ella me enseñó:
malas palabras.

Ana María no quiere llegar con su poesía a bifurcar el canon, ni a impresionar a los críticos ni a cercenar a los semióticos con su giro vanguardista. Ella quiere decir cosas que, de tan sinceras, resulten surrealistas. He aquí un fragmento de su poema “Deseos”:

…/Con esta piel que no me deja un rato,
Con esta piel azul
Cosida a llanto
Quisiera hacer zapatos
Para los pies descalzos.

Su segundo libro se llamó igual que el primero. Tuvo en 1963 una nueva edición en Caracas, en donde incluyó una serie de poemas, entre ellos: “Saludo”, un texto donde otra vez, la madre de la voz poética vuelve a aparecer: Mamá mía: mi santa, mi profesor, mi guía./ Hace un rato he llorado/ porque no puedo lavar la tierra que usted pisa,/ porque no puedo regalarle nada,/ porque no tengo más que palabras en la vida…. Otra vez dolor, sinceridad y referencias irónicas. Otra vez la poeta transparente. La mujer de las antenas.

LOS AFECTOS DE IZA PESAN IGUAL QUE SUS DESAFECTOS

Es difícil buscar en Ana María Iza poemas eróticos. Su generación todavía se anclaba en el amor “cortes” de la que Octavio Paz habló en su “La llama doble”. Sin embargo, en cosas del amor sumergido en la no consumación del amor sexual, en el amor idílico esta poeta sabe decir las cosas de verdad.
En el poema “Fin” da principio a su poesía amatoria de impresionante factura vanguardista, aunque el tema siga siendo el dolor, más que el amor. O como diría, otra vez Jorge Enrique Adoum: “Hacerla el amor = Hacerla morir”. El texto dice: Me voy,/ en el barco del que fuiste carpintero;/ tuyas son estas tablas,/ estos remos,/ tuyo este mar en que parto./ Mar mío./ Mar muerto./ Tuyo este amargo pañuelo./ Queda en tu casa:/ mi nombre escrito en sus paredes/ y una mirada mía en todas sus ventanas...
O este otro en donde el amor es descriptivo. Tiene olor y sinestesias saltando en los hombros de las imágenes sorprendidas: En el poema “Río Curaray” dice:

Soldado
recuerdo tus ojos del color de la hierba
y el guayacán de tus brazos.

De oro estabas hecho
eras bello soldado.

Cuando te vi pensé que el sol había bajado.

Atraías la paz con tu sonrisa blanca.

Y aunque no concordaron tu sed y mi agua seca
un breve pacto hicimos en medio de las aguas.

Como la Aurora Estrada y Ayala del bello poema “El hombre que pasa”, Ana María renuncia al amor, pero no a la estética del amor, que siempre conduce al dolor.

El amor convencional de la poesía es de profesión modernista en este país. No se lo halla facilmente, se escapa, como la mujer de niebla de Silva y de Noboa y Caamaño. Ana María lo sabe, por eso dice en su poema “Él”. Aquí un fragmento:

Él
me espera en todos los caminos
tiene algo de labrador y de navío
/…/
A veces
creo verle surgir en la distancia
cuando revienta el girasol del día
/…/

Él
no tiene pasado
ni presente
y todo su futuro es mi agonía

De profesión demoledora de prototipos. El amor, dulce invento que nace del animal llamado humano, para corroer en dolor al resto. Ella, rompiendo el vaso de ilusiones, escribe su bello poema “El habitante de las praderas rumiantes” que termina diciendo:

…¡Solamente los ángeles viven de armonías!
Pero tú, corazón, vives de pan.

Difícil extraer ese icono de amor del filósofo Pascal que decía: El corazón dice cosas que la razón no puede. Y aquí está el poeta, para desprestigiar al filósofo. Y para supurar heridas del “corazón” entrecomillado por una razón “enamorada”. Ya lo dijo Quevedo:

su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

De hecho afirmo que Iza es una pesimista organizada a la hora de hablar de amor. No porque no ha amado, si no porque el amor es un montón de fina parafernalia francesa. Y ella no está dispuesta a alquilar de las estrellas tanto maquillaje. En su poemario “Fiel al humo” (1986) dice en su poema “Luces fugaces”:

Hay hombres
de quienes enamorarse,
por quienes perder la cabeza,
el empleo,
la casa.
/…/
Hechos a la medida
de las mujeres tristes,
alegres,
indomables,

Ellos
y ellas caminan
sin jamás encontrarse.


SU CATÁLOGO DE HEROES

Otra clave de su estilo muy pertinente para entenderla desacralizadora y absolutamente ligada a la ruptura es ese juego, ese intercambio envolvente de trato entre las grandes figuras del mundo que forman, para ella su “Cementerio personal”: Así, en sus poemas, habla con Jehová, con Mao Tse Tung, con Simón Bolívar, con Omar Jayyán, entre otros. Con todos ellos habla con la confianza que le dan la sencillez de los grandes en suma con su humildad. Consiguiendo una conversación acaparada en la mayeútica: fresca, dúctil, directa. Así por ejemplo: Mao Tse Tung,/ aquì me tienes,/ esquivando mi rostro de las lágrimas./ Ya no caben las sombras en los ojos/ ni la pálida luna en las palabras.// Lee mucho de todo/ me dijiste,/ pero olvida al instante./ las nubes son copos de algodones/ para secar los pàrpados del aire…. Y este otro al Libertador: Bolívar/ yo te trato de vos porque eres grande….
O este bello texto dedicado al poeta del vino, Khayyan:

La mejor gente que he conocido
piensa y obra como tú.
Y mi pregunta es:
si nos hubiéramos encontrado
hace nueve siglos,
¿hubieras dejado el vino,
Omar Khayyán…?

BIFURCAR EL TEMA, ESCRIBIR DE TODO Y HALLAR EL CAUCE

La preocupación del tema en la poesía, es otro de los temas de su poética (vale la redundancia, y perdón por la tautología). Así por ejemplo en su bello “Poema del sàbado” se confiesa: Que has escrito ahora me preguntas./ No se qué contestarte./…/Ya no asombra un viaje a la estratosfera,/ ni la lucha de Dios, contra el hombre, contra el ave… Por ello Ana María registra lo más interno de su voz para enaltecerla en el poema, consiguiendo que su búsqueda sea su propia poesía. Tan audaz en la forma que en el poema “Invasión”, texto que se dedica a sí misma, habla de esa libertad: No me hace falta más para sentirme libre/ en un mundo de esclavos. Tan bello y tan profundo. Tan descriptivo y tan sagaz como el texto “Montaña”: Montaña/ sin aldabas/ sin noticias/ sin absurdos prejuicios/ sin tarados/ sin letreros que todo lo prohíben/…/ Quédate donde estás/ ningún viento te mueva… Llega a escandalizar con su poema “La verdad”, ese desate de sinceridad embriagante de escándalo, que tanto bien hace a la poesía, cuando está bien lograda: Amo la gente mala,/ los árboles del mal que no dan frutos/ -los frutos que se pudren en las ramas-,/ los cuentos que finalizan/ con una mala palabra/…/ En noches como esta/ cambiaría mi corazón/ por el rojo corazón de María de Magdala. En el redondo poema “Bienes raíces”, la poeta da fe de su inventario personal: ¿Qué tengo yo…?/ Los alambres de la esquina,/ una espina en el pañuelo,/ un tarro de insecticida./…/ Una escalera/ en el aire,/ tierra azul/ en los bolsillos./ Un hueco en el corazón/ por donde se va mi vida…. Otra vez el dolor. Otra vez la magia que logra el poema, cargado de dolor, ironía y belleza.

El libro “Los cajones del insomnio (1967) trae la magnificencia de la poesía trabajada en buril. Perfecta en la imagen redonda, certera, impecable, Por ejemplo este fragmento:

Rueda el sol por las calles del crepúsculo.
Emergen como barcos fantasmas las montañas.
El infinito
semeja una gran boca
donde se hunde
el bostezo sin fondo de la nada.

Luego de ello qué. Buscar en el más tajante hecho de describir la tarde con ese desparpajo surrealista para caer siempre en un YO, en ese yo asumido, como la asumió hace más de 100 años Dolores Veintimilla de Galindo. Ese yo valiente, ese Yo forzosamente engarzado en el dolor. Ella mismo reconoce su yo claro en su poema “El mí”. Juego delicioso, sugestivo, armónico, transparente. He aquí el texto citado:

Ayer
cualquiera era mi amigo,
usted y el perencejo
eran buenas personas.
Ayer no más decía:
mi Patria,
mi familia,
mi Dios,
mi pan,
mi amigo,
mi libro,
mi persona.
La dirección de mi casa,
el número de mi teléfono,
mis versos
y mis rosas.

Por emplear en todo este adjetivo
perdí mi doctorado en ilusiones.

POLITICAMENTE INCORRECTA

El sentido desacralizador de todo lo que está políticamente correcto, de lo formal, de lo “Qué bien”, “Qué magnífico”, de lo ”no, gracias”, “Si gracias”, de lo hipocritamenrte convencional. Se mete con todo, Iza, a todo le da palo. Hasta a la muerte.
Dice en su poema “Tempestad sobre el follaje”, precioso texto:

…Morir es tan vulgar
como pelar naranjas,
por eso yo no quiero morirme
y si me muero
que nadie vaya a decir lo rutinario:
gran mujer, gran amiga.

Que no se sirva té
ni cuenten chistes
con el pretexto
de acompañar mi sombra.

Que dejen las ventanas abiertas
a que penetre el aire,
que pongan el disco que me gusta
y me dejen tranquila
mientras siga
la tempestad
sobre el follaje.

En “puertas inútiles” poemario publicado en 1968. Es más desacralizadora que nunca. Escribe a las prostitutas:

Prostituta:
escupe al agua.
Quizás es tu saliva
más limpia
que muchas cosas blancas
de la tierra.

Trabaja con poemas conceptuales. Tres poemas donde el título es un dibujo y de este concepto que no llega a ser un caligrama, si no, más bien, una alegoría, extrae poemas de absoluta reflexión e irónica anti convencional. Además en este libro está el poema “Conocimiento”, un hito, a mi juicio, de la poesía antológica. Tremendo poema filosófico. Con él se entiende aquello de que la actitud es más que la diversidad de significados. Escuchemos todo el poema:

CONOCIMIENTO

Si tú me amas
la tierra dará flores
árboles, agua, frutos,
los hombres engendrarán,
la vida será hermosa.

Si tú no me amas
la tierra dará flores
árboles, agua, frutos,
los hombres engendrarán,
la vida será hermosa.

Toda una clase de filosofía se podría trabajar con dicho texto.

En 1987 aparece su poemario “Reflejos del sol sobre las piedras”, poemario que abre con este furibundo poema:

Como nunca
la hez está de moda.
A la mierda se mandan las estrellas.

Abres un libro
y el estiércol te salta hoja
a hoja.

¡Lejos quedaron las lilas en el huerto!

Bet Seller es la mierda.

/…/

Entre sabios y locos se han reunido
para mandarnos a todos a la mierda.

Tremenda visión. Tremendo desparpajo. El poema “la verdad” del libro ya citado es aun más duro. Esta dirigido como un poema prosaico, donde hay un personaje (una señora fina, cordial, bien vestida) y esta voz poética terrible, que asume su condición de rasgar el velo del templo de lo correctísimo, del manual de Carreño. Dice en dicho poema:

Señora
no va a cambiar el mundo su novela a colores
ni sus lágrimas.
Este sistema odioso está por irse
aunque usted no mueve un dedo a que se vaya.

Yo también amo las rosas,
los nomeolvides
y en los cristales de cera de la luna,
humilde, me retrato.
/…/
Señora
le niego mi pañuelo.
no crea en la televisión que vil la engaña.

Este es el poemario donde mejor se desarrolla su ironía raspante, su tropel de furia contra con establecido.

La burla contra ella misma, por ejemplo:

Regresa Ana María
con su cara de “yo si fui”
a decir lo mismo,
sin lograr inventar otras palabras.

O este otro poema:

Yo
chofer de land rovers
y de coches de bebés.

Ex-violín,
media nylon
con los puntos idos
para siempre.
/…/
Yo
incapaz de sentarme encima de una rosa
me arrepiento en el alma
no haber aprendido corte
y confección.


DIOS: SU REFUGIO, SIN MISTICA

En todo poeta hay un faro que lo salva, hay un halo que lo alimenta: una utopía, un sueño que se engarza en las manos ya cansadas. En todo poeta hay un norte silencioso que se mira entre las nieblas. En Ana María solo es Dios, pero no el místico: alejado, castigador, postizo, no, tampoco, el implacable, el guardador de utopías eternas. Es alguien más cercano, alguien que uno logra ver luego del dolor, luego del llanto, luego del fuego. Alguien que emerge, como la poesía. He aquí el fragmento de su poema “Escrito para siempre”:

¡Óyeme Jehová!
Tú que no habitas templos
ni cuarteles:
después de tantas mentiras
he llegado a conocer tu Nombre
y a saber que no eres judío
ni banquero.

Yo
que no tuve nunca quien me quisiera mucho,
quien jugara conmigo a estar de a buenas,
envidiaba la dicha de las rosas
por durar solo un día en los floreros.
Sin muñecos de aserrín
ni osos de peluche
trenzaba para jugar, mis dedos.

Sin embargo
largas cartas me hiciste en los crepúsculos,
-convertiste en juguete mis desvelos-.
Por ti tuve vacaciones,
días libres,
caballos incansables de indómitos ensueños.

LA RUPTURA

En su libro “Herrumbres persistentes” (1996) se aleja un poco de su personalidad poética tajada por los años. Aunque guarda la misma facha: dolor, ironía, sonido personal. Aunque utiliza a buen recaudo el metalenguaje desde dimensiones desconocidas, tomando a usanza estupendos recursos que en cierta manera impiden vislumbrarla tan transparente como siempre nos tuvo acostumbrados:

En este libro hay una convocatoria pertinente y repetitiva a sus héroes o agresores, presentes en sus poemas, a los que ama u odia, a los que compara y discrimina, a los amigos o enemigos de su temperamental postura de poeta: Dalí, Claudia Schiffer, Calígula, Tongolele, Napoleón, Carreño, Mozart, Socrates, Jim Morrisón, Dick Turpin, Nefertiti, Cleopatra, Liz Taylor, Afrodita, Dulcinea, Amstrong, Sinatra, Róbinson, Hitler, Nerón, Atila, Sade. Además de juegos lingüísticos y recursos fonéticos de indudable calidad.

EL REGRESO

Con el poemario “papeles asustados” (2005), Ana María vuelve a su antiguo vaivén. Como buena poeta probó las dosis legitima de lo experimental, pero regreso con esa fuerza inusitada de la poesía tangencial, con el yo de su nombre.

Dice su poema “La piel analfabeta”:

Yo hubiera escrito este poema
si mi cuerpo hubiera vivido este poema,
si la escuela de tu carne
no se hubiese cerrado
dejando mi carne analfabeta.

Y aunque siga buscando, se halla a ella misma en todas partes. Ella es el poema que busca. Porque ella se reclama a sí misma. Porque si parafraseamos a Becker: vuelven las golondrinas a los nidos de los balcones. Y Ana María se encuentra en el medio, arrimando a la poesía que la ha mantenido siempre en la forma en que ella mantiene a sus hijos, con el dolor aupando, con el sonido, con la soledad y el frío y la azarosa compañía. Su poema “Amantes”, hermoso texto vallejiano, en su concepción existencial. Con él nos puede dibujar como la poesía, a costa de lo sea, será lo que nos haga hallar a Iza siempre. Porque creo no equivocarme, su poesía es para siempre. El texto dice:

Acompaña a la mosca la pata,
a la estrella otra estrella,
al hueco lo redondo,
a la teja otra teja,
a la taza la oreja,
a la oreja el zarcillo,
a la cama la almohada
(y si ya no hay almohada,
un sueño sin camisa).
A la lengua el lenguaje,
al pasaje el turista,
a la dicha lo alegre,
a mí,
la gota de agua
que se escapa del grifo.

Ojalá algún día nos prestes tus antenas, Ana María Iza.