miércoles, mayo 09, 2007

Rafael

A muy poca gente uno puede agradecerle la esperanza. Porque la esperanza en el Ecuador es un pasajero que emigró hace años, que se fue de viaje con enormes maletas plagadas de vacíos y que nos dejó en el más peligroso barranco: en manos de una constituyente perfecta, hecha para un grupo de gente. Hecha para un pueblo feudal. Hecha para un pueblo intelectual que no espera encontrar en la constitución de un país el pedazo de tierra, la comida, el sol y la educación de los niños. Porque la constituyente está escrita para ser violada por los mismos que la remiendan, que la expurgan, que le dan las vueltas. Porque hemos sido contaminados y contaminantes de los sueños de tanta gente que no ha podido optar por un mundo mejor, solamente porque el Ecuador políticamente correcto es un Ecuador esclavista-feudal, colonial, municipal y espeso. Porque el Ecuador está más allá de Comala y de Macondo, se asienta en una historia sin historia, en un nombre francés arrancado desde el equinoccio de nuestras penas (parafraseemos a Jorge Enrique Adoum, tan genialmente, “Aquí no ha pasado nada/ solo la línea equinoccial”). Tenemos un nombre de línea imaginaria, no figuramos en los mapas mundis y nuestro corazón esta mezclado con un corazón postizo de sentimientos y de quereres. Queremos un moll, un Mac. Donals, una tienda de modas. Y queremos soñar con el sueño americano, porque no hay sueños ecuatorianos (es muy humilde soñar en ello).

Pero, de repente, como una ola, como un tsunami viene un joven inteligente y valiente que recoge en sus palabras el sentimiento de un pueblo enfermo. De un pueblo podrido, de un país que lo único que tenía de bueno para la gente era la línea equinoccial y la constitución del Estado, que, según me han dicho es perfecta, y debe serla. No interesa eso. La constitución es un perro faldero que se ha dejado humillar por su amo: el amo de siempre (Inca, español o mestizo), un Mr. Herbert (como el personaje de “Cien años de Soledad”), un hombre que solo vive para su ser, para su estado personal y para su fatuo caminar.

Rafael Correa, a más de Cien días de un Gobierno histórico en mi país, me ha hecho notar que aún podemos tener esperanza. Gracias Rafael por cambiar de color al ambiente de nuestra patria y darle una forma más humana, decente y verdadera a nuestro colectivo corazón andino.

1 comentario:

Unknown dijo...

Xavier, a los tiempos.
Estoy próxima a volver a Ecuador. Busco tu correo para ver si podemos acercarnos unos minutos.

Andrea Miranda
andreamiranda@lai.com.mx
casaabril@gmail.com