jueves, abril 05, 2007

UNA EXCELENTE ENTREVISTA

Hace ya algunos meses el poeta Carlos Vallejo me hizo una entrevista muy interesante. Quiero compartirla con ustedes, tanto por sus valiosas preguntas como por mi desnudez y mi acogimiento muy valiente en ellas. Ahí les va.


- Si tomamos en cuenta que la poesía es una constante búsqueda, ¿qué elementos la constituyen, y cuáles, estéticamente hablando, habría que rechazar?

Creo en una poesía auténtica, que sea lo que uno es, y que no espere ser parte de un hecho de moda o de una corriente alejada de lo que uno piensa o siente. O que el trabajo poético se encuentre alejado de su idioma, de su cultura, de lo que ha visto, de lo que ha sentido, de lo ha vivido. Uno debe ser en la poesía. El estilo es el hombre y esto es lo que uno debe tratar de formar en su trabajo intelectual. Hay que caminar sin mirar las “vitrinas” que nos proponen los libros de autores consagrados. Nuestra poética está en nosotros mismos, pero es difícil llegar a ella. Esa exploración es la verdadera búsqueda. El resto es trabajo con la palabra y con el oficio. Por este motivo es que rechazo las formas que no se justifican por si solas: lo críptico como un hecho aislado y gratuito; la palabra difícil, la ambientación difícil del poema, como si “hablar” en difícil, sería el requisito para ser más “intelectual”. Rechazo esas lecturas “espesas” y “exquisitas” que tratan de impresionar con ideas y autores afrancesados, o de cualquier otro idioma, a los que citan y extraen epígrafes para hacernos creer ingenuamente que los “plus ultra” de la erudición. Toda pose en la poesía es rechazable. Si uno posa, por favor, ¡hágalo fuera del poema!

¿Qué papel han cumplido las varias antologías de poetas jóvenes que has legado al mundo de las letras, principalmente del Ecuador?

Toda antología es un aglutinador y un disgregador. Por lo tanto es una “bomba de tiempo”. En ninguna antología pueden figurar todos los que son, ni ser todos los que están. El gusto de otros infiere, y de eso se trata una antología. Por espacio, por criterios, por gusto, o porque simplemente, si figuran todos, entonces eso ya no es antología sino índice de autores.
Mi antología “Ciudad en verso” o la edición lojana “Antología de nuevos poetas ecuatorianos” fueron polémicas primero porque decidí darles una oportunidad a los jóvenes para que sean leídos en bloque generacional. Creo en las generaciones y me gusta mucho la propuesta de Rodríguez Castelo y su división cronológica, la encuentro pedagógica e interesante para el estudio de la poesía y de la literatura en general.
Antologías de los “novísimos” existen en toda América Latina y Europa. Creo que la mía es seria, porque además fue mi tesis doctoral. Lo que he notado a partir de su concepción es que los “novísimos” son las fichas que más se mueven en el ajedrez de la poesía: se mueven, porque algunos dejan de escribir, otros se dedican a la prosa, y sobretodo, otros muchos, aparecen luego de la antología. Toda antología será incompleta, por eso aparecen muchas.
Lo que no es digno de perdonar en los antólogos es la falta de rigor y de verdadero gusto. Hay gente que hace creer que trabaja antologías cuando en realidad está haciendo una recopilación. Hay que saber que mismo es una antología. Y las mías fueron hechas desde esta concepción. Ese es mi principal aporte.

¿Qué consideraciones tienes acerca del pensamiento actual de la poesía ecuatoriana?

No creo que haya un pensamiento actual. Lo que puede haber son varios pensamientos. Y todos ellos válidos, mientras sean honestos. Siento, entonces, que a nuestra poesía le falta autenticidad. Dejarse de copiar moldes, formas. Dejar de ver el canon impuesto, dejar de sentir con el corazón de los otros.
Sin embargo, estoy conciente de ciertos rasgos nuevos: la brevedad, el regreso a los clásicos (un neoclasicismo posmoderno), el erotismo, el oficio del escribiente y poema sobre el poema; y en cuanto a la forma: la sencillez de un estilo claro y citadino, una sobriedad en la economía de las palabras, un sustento individual de las cosas y los hechos, son, para mí, las características de estilo en la nueva poesía. Los cánones se sostienen todavía. Los mismos de hace muchos años, y eso es raro. No fuimos una generación de ruptura total, sino de acomodo. Por lo demás, creo que hay una docena de nombres importantes en las generaciones más jóvenes.

La poesía entraña una serie de conflictos, en lo personal y también en su plano de arte que convive en una sociedad como la nuestra. En esos planos, ¿cuáles momentos han sido los más difíciles en lo que a ti respecta?

Son cuestiones del oficio en un país pequeño y en una época en donde hay muchos escritores, grupos o corrientes. Creo que las sensibilidades de los poetas se resquebrajan con facilidad. La generación de los 90, fue difícil, lo confieso, pero fue hermosa. Fui amigo de todos, o de casi todos los poetas jóvenes de los 90. Nacimos con las mismas inquietudes, bajo el mismo canon poético, con las mismas expectativas, pero resulta que cuando uno publica y el otro no, o cuando uno recibe un elogio por parte de un crítico, y el otro no, o cuando uno se gana un premio y el otro no, entonces se producen rupturas que a veces son insalvables. ¿Será que el egoísmo es nuestra esencia?
Ahora me causa risa, la inmadurez de una juventud que vivía pendiente del otro, del trabajo, del oficio del otro. Por ejemplo, me han escrito pasquines anónimos, han hablado mal sobre mí en todos los espacios público que han podido, han tomado sendas páginas de periódicos para, en lugar de hablar de su trabajo, ser yo su tema. Esto, a la larga, no ha hecho más que halagarme. Al fin y al cabo, creo en aquella deliciosa máxima que dice: “Los enemigos trabajan para uno”. Me volví muy popular gracias al egoísmo de los otros. En esa época esto sí me dolía. A la larga creo que todo ello fue positivo: nos reafirmamos en nuestra convicciones estéticas y peleamos por un bello motivo: la literatura. Y hasta he llegado a creer que todo esto ha sido un sinónimo de trabajo, de camino: Sancho, los perros ladran. Señal que cabalgamos.

Atendiendo al hecho de que esta publicación intenta aportar en la formación de nuevos lectores, ¿podrías mencionar a uno o hasta 5 autores que consideres imprescindibles dentro las letras nacionales?

Podría recurrir para esta pregunta al canon de la Patria: Carrera Andrade, Escudero, Palacio, Gangotena y Dávila, o al canon de los poetas vivos: Jara Idrovo y Adoum. Sin embargo, que considero que es un canon absolutamente enorme y definitorio de nuestras letras, no voy a caer en él, directamente, porque considero que se ha dejado siempre a la deriva varios nombres importantes de nuestra literatura que no han sabido fortalecerse frente a los lectores.
Siempre he hablado de nuestro canon como un “oficialismo”, que se respalda con la prensa, con un grupo de seguidores de tal o cual escritor que tiene acceso directo a los medios de difusión, y entonces los escritores jóvenes siempre repiten lo que se dice oficialmente, porque si no estás con el canon, entonces no estás en la literatura.
David Ledesma, por ejemplo es uno de los más grandes poetas ecuatorianos que el canon ha dejado a un lado. Y Antonio Preciado, otro, junto con el poeta lojano Carlos Eduardo Jaramillo y el quiteño Fernando Cazón. Y hay que darle el puesto a Ileana Espinel, Ana María Iza, Violeta Luna y Sonia Manzano, a quien el canon machista no les abre su puerta. Y hay que volver sobre los Miguel Ángel León y Zambrano de Riobamba. Y hay que enfrentarlo con los canónicos a Paco Tobar a Euler granda y a Manuel Zabala, para ver quien es quien en nuestra poesía. Mucho nos han hecho creer que los grandes poetas o narradores son “filósofos” o “únicos escritores publicados en España”, en ediciones con “filo de oro”. Además de falso, es ilógico creer que quien se gana una edición en el extranjero o un premio, se gana el corazón de los lectores. Y me he pasado del número de nombres que disponía, porque no tengo un favoritismo. El favoritismo que tengo se da cuando pienso en estos escritores relegados por los hábiles oficialistas y la prensa. Y eso es tan absurdo, como que yo les diera una lista de mis gustos.

En tu ya conocido rol de suscitador de las letras, específicamente en la poesía, ¿cuál anotarías como la experiencia con mayores resultados?

Sin duda alguna, las experiencias vividas con las Jornadas de poesía joven y con mis antologías. En estas jornadas nos conocimos todos. De verdad que estuvimos todos los que ahora forman la generación del 90. De casi el 50 por ciento de ellos, queda solo el recuerdo y unos poemas que hicieron su paso por el tiempo, y el tiempo no les perdonó. Del otro 50 por ciento está hecha la poesía de esta época. La generación que empieza a publicar en el 90 se reunió en Quito, Riobamba, Guayaquil y Otavalo, cada dos años, desde 1994 hasta el año 2000, para celebrar la fiesta de los poetas jóvenes.
Siento que ya está creciendo otra generación y que tengo, con suerte, que ceder la posta. Creo que los futuros suscitadores de la poesía en nuestro país están en Guayaquil. Ya se está viendo un movimiento interesante. Lo que pasa es que todavía no concretan una propuesta. Por ejemplo, no hay una justificación para aglutinar al nuevo grupo, a los “nuevos novísimos” (la redundancia vale).

¿Qué opinión te merecen las simpatías y antipatías que se forman en el mundillo literario ecuatoriano? ¿acaso alguna enseñanza favorable?, ¿será acaso imprescindible en nuestro medio, además de ser poeta, ser carismático y estar dotado de habilidades financieras?

La poesía está más allá del hombre. El poeta es solo una anécdota del poema. Como diría Valery “la poesía está hecha de palabras”, las buenas intenciones no se ven en el texto.
En cualquier grupo hay simpatías y antipatías, es algo que no podemos extraer de las relaciones con los escritores. Los artistas son apasionados, repletos de una sensibilidad fuera de lo común. Y cuando uno es joven se da con mayor fuerza. Siento que esto ya ha ido cambiando en algunos actores de mi generación, o tal vez, ya para estas épocas, no nos interese pelear o sacarnos a cara situaciones por envidia. Lo he dicho siempre: el ecuatoriano duerme con el enemigo: que es otro ecuatoriano. Por ello no salimos de este encierro limitante. Por ello nos quedamos enredados en estas cadenas.
Ninguna pelea es más que un texto literario. Ni siquiera las célebres imprecaciones entre Neruda y sus contemporáneos De Rocka y Huidobro. O cuando Góngora se disputaba con Quevedo el invicto de la poesía española. Pero para que se de una pelea real sobre literatura, uno tiene que saber de que lado estar y definirse. Los peores hombres son los ambiguos, los que jalan de los dos lados.

Y así, en esa confidencia que es más bien honestidad, dos polos opuestos: ¿qué libro de los que has publicado recoge tu mayor madurez poética? y ¿qué título te causa esa impresión de "quizá me apresuré en publicarlo"?

Ahora creo más que nunca que el tiempo es el juez oportuno. Hace 15 años exactamente (Noviembre de 1990) publiqué mi primera plaqueta de poemas, libro que ya no existe, porque el tiempo se encargó de borrarlo, de desaparecerlo. La Universidad de Cuenca acaba de publicar mi libro “Salvados del Naufragio”, el mismo que rescata la poesía que yo salvo. La que sigue diciendo, la que aún se resiste a la contienda real de los hombres: la lucha con el tiempo.
No me arrepiento de haber publicado ningún poemario, porque cada uno se pertenece a su tiempo, a su espacio, a su conocimiento; sin embargo, desde la publicación de “Después de la caza” (Manglar, 1998) siento más seguridad de la poesía. Ese fue mi año de partida y no ocho años antes, que fue cuando “comencé”. El libro “Salvados del naufragio” es un libro único, en él están muchos de los poemas ya publicados, pero reelaborados, he vuelto sobre ellos para reescribirlos y me ha dado un gusto ser su creador y salvador. Este libro, puede ser, irá creciendo y cambiando en el tiempo, porque la poesía no acaba nunca y el punto final al poema solo lo pone la muerte.

¿Podrías mencionar una experiencia colectiva, dentro de nuestro país o en el extranjero, que haya fortalecido efectivamente la labor poética?

No soy muy creyente de talleres ni de grupos. He tenido experiencia en los dos. Dicté talleres, pero eran de lectura. Estuve en mis inicios en un grupo literario, aunque en la realidad éramos un grupo de amigos con las mismas inquietudes pero sin una actitud poética. Tal vez por mi experiencia personal yo no pueda reconocer a los talleres y a los grupos. La labor del poeta es en soledad. Solo allí se verifican los hallazgos, en grupo los puedes socializar, pero jamás hay un trabajo real. La poesía es un misterio.

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