jueves, enero 18, 2007

Sabina y nuestros queridos muertos

Lucre Maldonado, mi amiga, me manda este par de joyas escritas por el maestro. Sabina, extraordinario sonetista ha escrito para los dos ecuatorianos muertos en el atentado de ETA en Barajas. Gracias Joaquín y gracias Lucre. Son dos sonetos bellos y tan nuestros. Los quiero más ahora por ellos.

Los quiero compartir con mis lectores.

UVAS DE LA IRA

I

A buscarse la vida habían venido
y les tocó la muerte en las rebajas.
No era suya la guerra que han perdido
en el infierno insomne de Barajas.

Hasta Ecuador llegó la mar amarga
del carnicero que reparte luto,
la descarga activó la mano larga
del animal humano, innoble bruto.

Sudacas, moros, negros, ostrogodos,
cayucos sin papeles, naufragando,
hincando las rodillas y los codos.

Todavía los están desenterrando,
esta noche tan vieja, casi todos
somos Carlos Alonso y Diego Armando.

II

Bendito corazón ultramarino
que muere sin saber de lo que muere,
maldito profesor del asesino
que mata porque ignora lo que quiere.

Maldita sea el hacha y la serpiente,
el cuchillo, el disparo, la amenaza,
la baba al portador, la uña con diente,
el cliente del mudo y su mordaza.

Malditos reyes magos con zambomba,
maldita madrugada desalmada,
maldita maldición en coche bomba.

Bendita arequipeña desnoviada,
uvitas de la ira, sangre en tromba,
margarita de Quito acribillada.

Joaquín Sabina (11 enero 07)

martes, enero 16, 2007

¡QUE NO QUIERO VER LA SANGRE DE FEDERICO SOBRE LA ARENA!

Nunca de los nuncas, ni aunque vuelvan a renacer las esperanzas y la guerra civil de España sea el grito desgarrante de la poesía, se podrá repetir en el mundo, la pléyade de escritores de La Generación del 27. Nunca veremos juntos sensibilidades universales, reunidas en amistad y talento (se la llama también generación de la amistad), luchando con la palabra, como si fuera el arma letal, contra el caudillo de la guerra y sus balas de verdad.

Nunca se ha dado un Luis Cernuda y un Jorge Guillen, cantando a coro ancho sus apuestas con el sol nuevo de la vieja Castilla. Nunca más un Rafael Alberti y un Vicente Aleixandre, han vuelto a buscar juntos, con clarividencia compartida y sin egoísmos, la verdad en el mar y en el océano de los morfemas (y nunca se han repetido los que faltan: Pedro Salinas, Gerardo Diego, Juan José Domenchina, Dámaso Alonso, Emilio Prados, Manuel Altoaguirre). Nunca la vida tuvo nombres tan geniales, reunidos en la misma generación y, sobretodo, siendo amigos, camaradas, hermanos...

Once poetas (aunque mucha gente afirma que Miguel Hernández es, por derecho, de esta generación, lo cual resultaría doblemente poderosa en historia y poética) reunidos, por primera vez, gracias a la memoria y poesía de Luis de Góngora y Argote, que en 1927 cumplía 300 años de fallecimiento.

El Ateneo de Sevilla, 1927. Los poetas se convocan entre sí, se buscan, se dan la mano, y salen a explorar el mundo (como nunca antes lo ha hecho otro grupo de dimensión universal).
La guerra y la madurez los convocó a la soledad. Pocos quedaron: unos murieron prematuramente, otros salieron desterrados de sus tierras peninsulares, otros se quedaron en la España fascista, con un tapón en la boca y miles de jazmines en su poesía. Lo impactante es que todos los poetas de esta generación, son dignos de recordar, de aplaudir, de leer. Son un universo. Nunca había visto ni oído algo parecido en poesía. Peor en la vida común y egoísta en que vivimos.

Si de este grupo de gigantes hubiéramos de escoger a uno. A solo uno que los defina por voz y voto; sin duda, sería Federico García Lorca (Aleixandre: ganador del premio novel; Alberti que vive aún, y es el último y mimado de la singular generación, hacen sombra al andaluz, pero es Lorca la estatua).

Federico, dice la gente, era el sinónimo de poesía. Quien no leía a Federico estaba perdido. Sin esta lectura no se sabía lo que era la palabra y la sensibilidad. Quien no repetía sus versos en cantos populares andaluces, no podía vivir con la poesía:

Todas las rosas blancas,
Tan blancas como mi pena,
Y no son las rosas blancas,
Que ha nevado sobre ellas

En ese tiempo toda la poesía llevaba su nombre. Lo repetían en los cuarteles y en las playas andaluzas. Lo leían en Francia, tratando de asumir el acento andaluz. Lo leyeron en Nueva York (luego él pagó este gesto, inmortalizándose en el surrealismo más preciso de la poesía contemporánea en español: Poeta en Nueva York):

Si no son los pájaros
Cubiertos de ceniza,
Si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
Serán las delicadas criaturas del aire
Que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.

Todos lo leyeron y lo seguimos leyendo aún. Su veta no termina. Y parece que en cada acorde de flamenco, aparece su reiteración fonética. En cada torero, en cada toro, en cada muletazo, en cada sorbo de sangría, Lorca se presenta como un gitano:

La Carmen esta bailando
Por las calles de Sevilla.
Tiene blancos los cabellos
Y brillantes las pupilas.
¡Niñas,
corred las cortinas!

En cada canción popular de Serrat, en cada gesto quiromántico de una gitana con ramito de laurel, en cada latitud se lo recuerda. Todo hogar medianamente culto tiene un libro de Lorca en su cabecera. (Recuerdo haber leído en algún artículo periodístico, sobre una encuesta realizada en Roma, pidiendo a personas comunes, los diez libros más importantes de su vida. En esa lista estaba como un faro, reposando el recuerdo de Romancero gitano, el libro que dio la vuelta al mundo):

Si vinieran los gitanos,
Harían en tu corazón
Collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos...

Granada, 1898: nace Federico –y con él la poesía- en el pueblito de Fuente Vaqueros. Nace para bien del andaluz maltratado por el racismo español (poeta intensamente comprometido, al que, muy despectivamente, el gran maestro Jorge Luis Borges, lo trató alguna vez como un andaluz profesional). Desde muy joven ya cantaba coplas quebradas e improvisaciones deliciosas. Manuel de Falla alias la música folclórica de España, fue su profesor de flamenco. Bailaor y flamenquero, comenzó a amar desmedidamente el poema:

¡Oh, qué dolor el dolor
antiguo de la poesía,
este dolor pegajoso
tan lejos del agua limpia!

La poesía se entregó a él, para siempre, cuando en 1916 escribe sus primeros poemas, después de haber realizado varios conciertos de música, desde 1909, año en que se traslada de su pueblo natal, a vivir en Granada, la tierra que lo adopta como propio.

En 1917 conoce a Antonio Machado. Ninguno de los dos sabía a quien estaban saludando en realidad –este encuentro debe ser uno de los célebres de España-. Machado era la voz que Federico heredó con derecho para el universo en español.

En 1918 publica Impresiones y paisajes. Para 1919 viaja a Madrid, y entra a refugiarse en la residencia de estudiantes (Luis Buñuel, Salvador Dalí, José Moreno Villa, Antonio Rubio, Emilio Prados, etc. Eran sus compañeros). De esta época salen historias y fantasías dignas de la comidilla literaria. Dalí-Bunuel-Lorca, el trío de surrealistas universales (pintura-cine-poesía, respectivamente). Sus obras de teatro se estrenan con desenfrenado éxito en Madrid. Conoce a Juan Ramón Jiménez y se vuelve su buen amigo, pese al indomable genio del hipocondríaco premio novel. Se gradúa de Abogado en su Granada querida. En 1924 (año inolvidable) nace Romancero gitano, sin sospechar que con él, se estaba inaugurando la poesía de España para el mundo. Antes de este universal libro ya publicó Libro de poemas, Canciones, Mariana Pineda –teatro-.

En 1926 publica la Oda a Salvador Dalí, de la que el pintor –y mejor amigo de Federico en su adolescencia y juventud- estaría vanidosamente agradecido, y declararía, después de la muerte del poeta, que gracias a esa oda, y a quien la inspiró, Lorca es lo que es.

En 1927 se reúne, el poeta, con los poetas de su Generación en Andalucía. En 1929 viaja a Nueva York, donde lo acoge el surrealismo, y consigue, su mejor y más elaborado libro, después de sufrir de desarraigo y soledad. Al regresar a la tierra, en 1930, se reencuentra con su pasado gitano, y escribe Poemas de cante jondo. Su último periodo lo dedicó, con enorme fe, al teatro. Ya estaba la guerra arañando la tierra ibérica. En 1934 muere Ignacio Sánchez Mejía, el torero amigo, a quien hay que agradecer la mejor Elegía escrita en este siglo, en español:

Dile a la luna que venga
Que no quiero ver la sangre
De Ignacio sobre la arena

Yerma, Bodas de sangre, la Casa de Bernarda Alba, pasan y repasan por las tablas.
En 1936, año en que la guerra en España se inicia, y termina 3 años más tarde, comienza a escribir Sonetos del amor oscuro. De ese tiempo es famosa su declaración: Yo nunca seré político. Yo soy revolucionario, porque no hay verdadero poeta que no sea revolucionario.

Era 16 de Julio del mismo año: Federico insiste en ir a Granada, ciudad peligrosa en tiempos de guerra, para un poeta. Luis Rosales, el intelectual amigo del poeta, decide esconderle en su casa, pero el 16 de agosto lo detienen. Sus amigos intentan conseguir su libertad. Hasta el mismo Manuel de Falla trata de hacer algo por él, pero todo es en vano.

Un 19 de Agosto, lo callan definitivamente en Viznar, junto con tres hombres más (dos toreros y un maestro cojo).

Aun se discute si esta masacre fue equivocación o capricho. La muerte de Lorca es un misterio.

El célebre chileno Pablo Neruda acota enfáticamente lo siguiente: Federico García Lorca no fue fusilado; fue asesinado. Naturalmente nadie podía pensar que le matarían alguna vez. De todos los poetas de España era el más amado, el más querido, y el más semejante a un niño por su maravillosa alegría. ¿Quién pudiera creer que hubiera sobre la tierra, y sobre su tierra, monstruos de un crimen tan inexplicable?

Rafael Arberti, uno de sus grandes amigos, le escribe un poema que dice:

Federico.
Voy por la calle del Pinar
Para verte en la residencia.
Llamo a la puerta de tu cuarto.
Tú no estás.
Federico.
Tú te reías como nadie.
Decías tú todas las cosas
Como ya nadie las dirá.
Voy a verte a la Residencia.
Tú no estás.
Federico.
Por estos montes de Aniene
Tus olivos trepando van.
Llamo a sus ramas con el aire.
Tú si estás.

El viejo Alberti, lo encuentra omnipresente. Y así lo encontramos miles de hombres y mujeres que lo amamos. Somos esos que sabemos que en ese tiempo la poesía se llamaba –y acaso, aún, se sigue llamando-: Federico.

miércoles, enero 03, 2007

POSTAL DE LA LUCRE

Conocí a La Lucre un 29 de febrero de 1996. Fuimos invitados los dos a un encuentro con estudiantes en un colegio del sur de Quito. Todo en ese día fue mágico. La profesora que nos hizo la invitación nos esperaba en una esquina céntrica de la ciudad para llevarnos en un bus de línea vía El Camal. Los tres tomamos el autobus y Lucrecia empezó a hacer chistes inteligentes: bocados de gracia, mientras íbamos apretujados en el folclórico transporte masivo.

Llegamos al Colegio y nuestra amistad se inauguró. Entonces me regaló su libro "No es el amor quien muere" con la dedicatoria "Para Xavier Oquendo con el placer que proporciona toda nueva amistad". De allí para acá van a ser 11 años. El año pasado festejamos nuestro aniversario 10 de amigos y nos tomamos un nutritivo café. Han sido muchos los cafés, los tragitos, las lecturas y la complicidad con mi amiga Lucre a partir de nuestro encuentro. He visto nacer a sus libros y ella ha visto los míos llorar en el parto. La he presentado algunas veces y ella ha hecho lo mismo. Tenemos un banco de amigos vitales juntos, que hicimos en estos once años. Ella es la voz que ayuda en algunas tardes y noches tristes, cuando el pajarito de la melancolía gorjea en mí.
En menudas ocasiones me critica abruptamente y yo recibo sus lanzas con sonadas campanas de placer y asombro. A veces la noto tan escueta y tan alejada, pero vuelve siempre con un chiste. La ironía le quema la lengua. Es la pura diversión su compañía. Nos conocemos los gustos, los ojos, las señales, los dolores. Es confidente, es amiga verdadera. Ella dice que yo lanzo muchas lisonjas, pero, según el zodiaco, el acuario que llevo en mi signo es así con los amigos. Ella es más parca.

Su novela "Salvo el calvario" es la mejor muestra de su pensamiento. Pienso que esta óopera prima ganadora del Premio Nacional "Aurelio Espinoza Polit" es su carta de presentación para una de las literaturas más serias Escritas por una ecuatoriana. En la novela uno ríe con la misma pasión con que llora.

Son personajes tan cercanos los que ella ha creado. Su lengua es tan clara que uno se ve al otro lado de las páginas. Y si no me creen léanla en su blog: www.ganasdehablar.blogspot.com y se darán cuenta de lo que digo.

Fuimos hermanos cuando publicamos juntos nuestra poesía en Cuenca. Llevamos la amistad nuestra como una caja de bocadillos a una expedición.

Ya no es solo la literatura lo que nos ha mantenido juntos. Es una amistad valorizada en medio del torrido mundo que se nos presenta. Y somos afines políticamente hablando. Y somos un club de fans de Serrat. Yo fui padrino del bello ensayo de las canciones del maestro catalán.

Siempre comprendí sus dolencias pero casi nunca le digo nada, porque mis palabras no se escriben en las tristezas.
Alguna vez hasta me recomendó el mejor sicólogo del mundo al que abandoné por falta de madurez.

En fin, La Lucre es mi pana. Y que suerte para mí que sea tan inteligente y que su pluma sea una de las más claras y lúcidas de nuestro paísito de petroleo y poesía.

Así con La Lucre, ni más ni menos.

*En la foto Lucrecia Maldonado, la escritora, alias La Lucre.

martes, enero 02, 2007

LA MARIA FER

Qué contento me puse cuando supe que María Fernanda Espinosa va a ser, dentro de 15 días, la nueva canciller de la República. Se merece todo lo mejor. Y qué triste me puse también, porque si antes nos podíamos ver tan poco, ahora ya no nos veremos en cuatro años. Es una pena saberla tan cerca y verla tan lejos, en la TV, como una estrella de la farándula, entregando lo mucho que sabe a la vida pólítica, junto a un gobierno dignísimo y verdadero, a quién le entrego mi fe por este país.

Hace poco escribí una reseña sobre ella en una revista. Reproduzco aquí algunos fragmentos para que conozcan algo sobre esta gran mujer.

A María Fernanda Espinosa la conozco desde hace muchos años como una de las voces femeninas más importantes de la poesía ecuatoriana de los últimos tiempos. Además la conozco por sus viajes, siempre está fuera de Quito, es difícil cazarla por estos lares. Su figura, a decir del escritor Abdón Ubidia es “Larga, pelirroja; el rostro y los gestos delicados: todo en ella es finura”. Yo he llegado a reconocer en ella algo de Julia Roberts y lo digo en serio y sin exageración. Elegante, y con un dulcísimo discurso, va convenciendo al mundo.

SUS CAMINOS

María Fernanda nace en Salamanca, España, en 1964, debido a un viaje de sus padres, es decir, gracias a una casualidad, pero se confiesa amante absoluta del Ecuador y de sus parajes hermosos.
Nos habla de una infancia rodeada de paisaje y parece que por ese lado entraría su gran amor por la naturaleza y la poesía. De niña vivió el mundo natural a través de los paisajes andinos y ya sentía una enorme motivación por el ambiente natural. Su caminar la llevó a ser la primera mujer que ha llegado al cargo de Directora Regional de UICN de América del Sur. Esa tenacidad en mezcla con ese amor al proceso de conservación, al paisaje, a la poesía, a los sonidos de las lenguas nativas.
El día de la entrevista la visité en su departamento, en una tarde de lluvia y frío. Me recibe, como ya es costumbre, con enorme amabilidad. A lo largo de la conversación nos fuimos desplazando por sus rincones favoritos: su bella biblioteca en donde sobresale, además de unos enormes estantes de libros, un sillón de peluquero en donde disfruta leyendo su poema diario, como me dijo alguna vez.
Estudió Lingüística y su pasión irrevocable por los libros la hacen una asidua lectora. Además de ello tiene un PhD como geógrafa especialista en estudios amazónicos y derechos indígenas. Lo uno siguió a lo otro. Es decir que actualmente su desenvolvimiento en UICN comenzó por el camino del conocimiento de las lenguas prehispánicas. Su trabajo era desde la lengua, desde ahí conoció la importancia de estos pueblos y su cultura. Nos habla con gran emoción de que la Cultura de los pueblos indígenas de la amazonía está en una perfecta convivencia con el lenguaje de la naturaleza, y esto es lo que más le impactó y por lo que se volcó hacia estos territorios lingüísticos.

LA POETA

María Fernanda Espinosa es uno de los nombres indiscutibles para entender a su generación (la de los años 90). A los 26 años publica su bello texto “caymándote” que en Shuar significa “Buscar”. El título del libro sugiere una doble connotación, suena también a “Caimán”, animal mítico de la selva amazónica, de allí también su búsqueda hacia lo natural. En su obra se deja notar ciertos rasgos de un sutil erotismo, de una convivencia natural, de entender al paisaje fresco descrito y expresado en el texto como una fusión limpia con el lenguaje.
En 1992 aparece su libro “Tatuaje de Selva”, nombre sugerente que invita a bucear por las aguas vírgenes de los ambientes más verdes del planeta. La poesía de María Fernanda es repleta de símbolos y conceptos que ayudan al lector a enriquecerse de percepciones nuevas sobre las cosas y las palabras.
En el año 2000 apareció su “Loba triste”, un bellísimo texto poético con un discurso feminista en donde se presentan en verso hermosas semblanzas de mujeres que resultan íconos en la historia de María Fernanda, como es el caso de Manuela, Frida, Isadora Duncan, Mercedes Sosa, entre otras. En el 2005 aparece una antología de su poesía en donde se incorpora lo mejor de su trabajo literario, bajo la selección del músico e intelectual Galo Mora Witt.

* En la foto: Yo junto a Pedro Saad, Nicole Adoum, María Fernanda Espinosa y Ximena Montalvo. Sentados: galo Mora y Jorge Enrique Adoum.

El libro de Alexis Cuzme

Un libro que me faltaba ubicar en la lista de poesía del año 2006 es el un buen poeta manabita, joven, inteligente, trabajdor y sano, sobretodo, sano. Lo he leído en su blog http://ciudadhecatombe.blogspot.com/en donde convive la literatura, el cine y su megalómano afecto a la música. Es muy frontal en sus comentarios y me gusta su voz pujante.

Escribí el prólogo de su libro "Club de los premuertos", que aún no tengo en mis manos, pero sé el texto está en sus páginas. Lo reproduzco aquí como un homenaje al poeta.

Alexis Cuzme se aparece de improviso en la pantalla de mi procesador de palabras (como ahora se presentan el 50 por ciento de amigos que uno hace en esta cibernética existencia).
Nunca había sabido de su poesía y peor aún de su persona. El aislamiento entre provincias sigue siendo un problema. Pero no me voy a quejar (eso lo han hecho todos, en todas las generaciones, y lo van a seguir haciendo). Y no me quejo porque siempre he creído que tarde o temprano, la buena poesía, aparece, se deja ver, se deja encontrar de cualquier manera. De los refranes castizos, uno de los que más me gusta, dice: “No hay genio inédito”. Entonces siempre aparecerá lo que debe aparecer.

He leído su poesía desenfadada, o mejor dicho, el desenfado en sus poemas. Esta neo-lírica que se acerca a lo maldito, es lo que se presenta en este “Club de los premuertos”. En este libro se deja al verbo ampliarse, se recurre a sensaciones postmodernas. Es una voz poética que prefiere la razón al sentimiento desde cualquier punto. Atrás quedaron las alhajas antiguas de una lírica amatoria convensional. Alexis nos presenta una poética repleta de novedades de la moda intelectual. La voz poética habla como un intelectual al que le atrae la filosofía de los temas eternos. Menos el amor, pero no puede evadir aquello que por los siglos de los siglos persigue a quien evade: el enamoramiento. Y entonces, hay que dar duro al amor, porque el amor en la poesía se ha dado, casi siempre, como cuando empieza: cursi, empalagoso, lírico-romántico y tenazmente conmovedor.
Alexis le hace el quite al poema convencional de amor, y aunque se nota claramente una segunda persona recurrente en todo el texto, esa persona (siempre menos que la voz poética: menos en temas transtextuales, en figuras voluminosas de gran impacto; pero más, y siempre más, enamorada “hasta las patas”, hasta no poder más). El amor es el misterio más antiguo, el que más se repite y el que más se acoge a nuestros textos. Y nos hace decaer, y nos hace caer en los intentos, y el poema de amor se vuelve canción mal entonada, pieza lírica barata, que en nada influye.

Alexis Cuzme consigue en este texto un giro medular. Hijo legítimo de Manabi. Por lo tanto nieto del enorme Jacinto Santos verduga (poeta suicida, tan bueno y tan olvidado) y hermano del inolvidable Pedro Gil, aquél que siempre habló en “buen cristiano” frente a tanta poesía críptica que escondía la inutilidad de algunos poetas de nuestra generación.
Decía que Alexis consigue un tono suyo (eso es la poesía para mí: el tono único, indiscutible, original), su poesía no sale de las escuelas del “silencio”, ni de la filosofía de vaya a saber que griego o romano. En esta poesía hay un canto que quiere ser libre del molde de moda. Y eso ya es un enorme mérito. Supo, con sabiduría y humildad, saltar las vallas de lo convencional y de la moda.

Estos textos del “club de los premuertos” tienen epígrafes que dan el clima al libro. Bukowsky y Hemingway. Y las constantes citas a los grandes actores de la pantalla grande. Ese sumergirse en la generación “beat”, que lo vuelve un neo maldito, un hombre que quiere acabarse, en honor a esos grandes que acabaron pequeños, luego de lograr una buena poesía pese a las horribles horas de su vida.

La voz poética del “club de los premuertos” está más viva que nunca. Quiere morir pero se contiene, tiene que decirle al mundo que esta muriéndose, pero para ello se vive.

Anticonvencional. Odiador profesional de todo lo establecido, destroza su particular mundo y lo vuelve más universal. Se nota que tiene miedo al localismo. Que ese “canto del provinciano aburrido” lo puede atrapar y entonces estancarse en el leiv motiv sin ningún aporte.